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Actualizado: 19 de junio de 2025


Sus dientecillos blancos, de extraordinaria igualdad y finísimo esmalte, mordían los dulces cascos como Eva la manzana, pues desde entonces acá el mundo no ha variado en la manera de comer fruta. Saboreando aquella, Isidora ponía en movimiento los dos hoyuelos de su cara, que ya se ahondaban, ya se perdían, jugando en la piel. La nariz era recta.

Los compañeros del ilustre maestro se mordían los labios de envidia, y cuando en los azares de la existencia encontraban a alguien venido de la Argentina, aunque fuese un necio, lo adulaban y lo acosaban, dando a entender que ellos también irían allá... a la más ligera invitación.

Por dos pesetas diarias la explotaban las parroquianas de un modo irritante; mostraban un ansia furiosa para exprimir todas sus habilidades; la hacían cortar y probar como una maestra y coser o zurcir como una oficiala; obligábanla, con falsos mimos, a no levantar la cabeza del trabajo ni un solo instante; se mordían los labios con rabia y dudaban de su laboriosidad cuando no podía convertir en vestido flamante un guiñapo viejo; y después de todo, cuando la costurera terminaba, despedíanla sin cariño alguno, como un mueble inútil, y no se acordaban de ella al darse tono en paseos y teatros, asegurando que era de una modista francesa el vestido cuya confección les costaba unas cuantas pesetas.

Hablaba con orgullo de sus combates de energía y voluntad con bestias fieras que relinchaban y mordían el aire, pataleando, levantándose verticalmente o hundiendo su cabeza en tierra mientras coceaban en el espacio, sin que pudieran por esto libertarse de la opresión de sus piernas de acero; hasta que al fin, después de una carrera loca, en la que parecían buscar los obstáculos para aplastar al jinete, volvían sudorosas y vencidas, sometiéndose por completo a la mano del montador.

Se les dejó a los dos una chaqueta para envolver el brazo izquierdo y parar los golpes. Fué un combate terrible, en que los dos enemigos saltaban, se agarraban, se mordían. Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle; pero entonces el malayo se acercaba al portugués, hasta estrecharse con él, y le mordía en la muñeca, y el otro tenía que soltar la cabellera.

Cuando el marquesito, por ejemplo, pedía noticias a Clara de las garzas, se imaginaba que el amor salía volando de sus palabras como salen estos graciosos animales de entre los juncos. No solamente, pues, por el cariño profundo que aquélla le inspiraba sino por verse libre de estos celos crueles que le mordían las entrañas experimentó viva satisfacción al saber la noticia.

En la nave del trasaltar, la más obscura, escondidos en la sombra de los pilares y en las capillas, algunos señoritos se divertían en echar a rodar sobre el juego de damas del pavimento de mármol monedas de cobre, cuyo profano estrépito despertaba la codicia de la gente menuda; bandos de pilletes que ya esperaban ojo avizor la tradicional profanación, corrían tras las monedas, y al caer tantos sobre una sola en racimo de carne y andrajos, excitaban la risa de los fieles, mientras ellos se empujaban, pisaban y mordían disputándose el ochavo miserable.

Era su carrera desatinada, obscuro el camino, húmedo y hasta pegajoso, y cruzábanse á cada paso con bandadas de diminutas alimañas, que á tientas les pinchaban y mordían.

10 Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino fue hecho tenebroso, y se mordían sus lenguas de dolor; 11 y blasfemaron del Dios del cielo por sus dolores, y por sus plagas, y no se enmendaron de sus obras. 12 Y el sexto ángel derramó su copa en el gran río Eufrates; y el agua de él se secó, para que fuese preparado el camino a los reyes del amanecer del sol.

Si decia uno un dicho agudo, baxaban los demas los ojos, y se mordian la lengua de sentimiento de no ser ellos los autores. Eran ménos cautelosos que los magos porque no aspiraba su ambicion á tan altos objetos, solicitando cada uno un empleo de sirviente y la reputacion de grande hombre. Decíanse en su cara denuestos, que se les figuraban agudos epigramas.

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