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Actualizado: 10 de septiembre de 2025
Don Juan se había ya entrado a la habitación de Cristeta, y con la mayor naturalidad, sin arranque de enamorado fogoso ni señal de ataque a lo que debía respetar, fue a sentarse en el sofá, ni más ni menos que si llegara de visita. Ella, sonriente, monísima, se colocó frente a él, en una silla baja, y durante unos segundos ambos permanecieron callados.
Y bueno, prosiguió ella con tono conmovido yo nunca he comprendido esa pasión suya por Adriana. Pero, Charito, ¡si ella es monísima! intervino Lucía. Tú no sabes lo que hablas. ¡No es una muchacha que merezca tanto! Aparte de su cara bonita todo en ella es coquetería y apariencia. Al contrario, Charito, Adriana es un encanto en todo sentido. ¡Ah!
¡Ay, qué gracioso!... ¡Qué monísima es la criatura! exclamó la fundadora con amable ironía y gracejo . Estas... hartas de pecados son muy saladas cuando se hacen las inocentes. ¡Creyó que le podría querer! ¿Y qué hizo usted para conseguirlo?... ¡Ah!
En nada contestaba Lucía apelando al expediente más vulgar y siempre más socorrido. Pues parece a veces que estás tristona, monísima... y no sé de qué; porque estás precisamente en lo más bonito de la luna de miel... ¡Cáspita! ¡Quién como tú! Miranda es muy agradable; tiene tan buen trato, se presenta tan bien.... Eso sí, muy bien repitió como un eco Lucía.
En mis barrios, en mi casa, sin ir más lejos, conozco yo una muchacha que paece un ángel, y allí se está como flor en cerro, que ni la huelen ni la cogen... hasta que pase el burro y se la coma...; es decir, cualquiera. Guapa, ¿eh? ¿Alguna modista o peinadora? Por ahí, por ahí; pero monísima. Esbelta, graciosa... y cara de buena. Vive sola, en el tercero interior, y debe de ser muy pobrecita.
Pinedo alargó al instante la mano para despedirse. Ya sabe usted que hoy es sábado dijo la dama . Vaya usted a comer. Con mucho gusto. Recuerdos a Osorio. Y lleve usted a esta joven tan monísima. Ya veremos; ya veremos replicó el covachuelista otra vez desconcertado . Si hoy no pudiera, otro día será. Hoy ha de ser, padre tirano.... Hasta luego, ¿verdad, preciosa?
Bien le había parecido la noche antes la sevillana en la penumbra mal oliente del Casino, con el sombrerito de paja y la túnica de color de barquillo; pero ¡cuidado si tenía que ver en plena luz meridiana, vestida de obscuro y con la cara monísima encuadrada en los pliegues graciosos de su mantilla de pura casta andaluza!
De todo el grupo salió una carcajada espontánea que hizo volver la cabeza a los que estaban cerca. Fuentes quedó acortado un instante; pero como hombre de ingenio que era supo reponerse. Yo seré mono, Pepa, pero usted es monísima. ¡Bravo, Fuentes, bravo! exclamó Calderón, a quien, como hombre exclusivamente de debe y haber, causaba asombro cualquier frase oportuna.
Rompiólo Currita al cabo; aquella pichoncita suya monísima y preciosa la había enternecido... Pero todo aquello era muy serio, muy grave, y hacíase preciso pensarlo despacio, muy despacio, y no decidirlo así de repente, en un segundo... Por de pronto, dejaría a la niña en el colegio y detendría ella su viaje para hablar con el padre Cifuentes.
Somos todo el uno para el otro replicó Fabrice poniéndose de pie. Clavó sobre él una mirada inquisitiva, y volviéndose a la niña: ¿Quieres mucho a tu papá? le dijo. La niña, cortada por la presencia de su enemiga, respondió con un sencillo gesto poniéndose la mano sobre el corazón. ¡Monísima!... dame un beso... ¿Quieres?
Palabra del Dia
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