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Actualizado: 10 de septiembre de 2025
«¡Rica!... ¡Monísima!... ¡Acércate, prenda, que tengo que decirte una cosa!...» «¡Oh carina tanto bella!» Cada mocetón usaba de su idioma para exteriorizar el entusiasmo.
Es una chica muy graciosa... ¡Caramba cómo se ha desarrollado, y qué monísima se ha puesto! Tus flores no tienen gran valor en este caso dijo la brigadiera sonriendo nada más que con el borde de los labios.
Las mujeres en general, en su necesidad de conceder tiernas demostraciones, aprovechan presto la ocasión de otorgarlas a algo o a alguien; así, pues, Marcela no tardó en atraer sobre su monísima figura las cariñosas efusiones de que tan pródigo es el sexo bello; únicamente entre los habitantes del castillo, la señorita de Sardonne mostró hacia la criatura lejanía e indiferencia, dirigiéndole como al paso breves palabras, en tono brusco, distraído, casi enojado, sin que tuviera con el padre durante las reanudadas lecciones de acuarela ni una frase cariñosa para la niña: el mismo angelito sentía esa especie de menosprecio, pareciendo tener miedo a la bella desdeñosa.
Pues el dicho trajo cola, y cola larga; porque aposentó en las mientes de Alejandro una idea que jamás había pasado por ellas. Nieves tenía entonces seis años cumplidos; Nacho, diez mal contados: cuando ella tuviera veinte, él tendría veinticuatro. De molde. Nieves era monísima, y llegaría a ser una arrogante moza; Nacho era guapo de verdad, y prometía ser un mozo gallardo. De perlas.
Lo vio Mesía que adoraba este gesto de la Regenta, y sin poder contenerse, fuera de su plan, natura naturans, exclamó: ¡Qué monísima! ¡qué monísima! Pero lo dijo con voz ronca, sin conciencia de que hablaba, muy bajo, sin alarde de atrevimiento. Fue una fuga de pasión, que por lo mismo importaba más que una flor insípida, y no era una desfachatez.
Apenas la vio don Juan, dijo como si tratase de reanudar la conversación que anteriormente tuvieron: Hoy sí que está usted monísima. ¡Cualquiera diría que se ha escapado usted de uno de esos conventos donde se educan las señoritas de la grandeza! Pues mire usted, estoy que rabio. Hoy me han repartido otro papel... también de esos que... en fin, véalo usted.
Dióle Currita cariñosamente en el hombro con el abanico, murmurando: C'est drôle; saludó con una monísima cabezadita al amplio círculo de sus ilustres amigas y dejóse llevar suavemente por la Butrón al lado opuesto, sentándose, al fin, junto a la duquesa de Bara y las dos ministras.
Palabra del Dia
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