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Actualizado: 15 de julio de 2025


El pobre me da lástima... Tan honrado y recto en todas sus cosas. ¡Si no fuese tan vulgar!... Otra vez pareció arrepentirse Margarita de estos elogios espontáneos y tardíos que enfriaban su entrevista. Julio parecía molesto al escucharlos. Y de nuevo cambió ella el objeto de su charla. ¿Y tu familia? ¿La has visto?...

Le he enviado dos entradas para el concierto de esta tarde: una para él y otra para esa señorita Valeria, acompañante de la duquesa. ¡El pobre! ¡siempre haciendo tonterías como un enamorado!... Pero su sonrisa de hombre superior, exento de tales humillaciones, se cortó al darse cuenta de que otra vez estaba diciendo algo molesto para el príncipe.

Era una cita á solas en el misterio de la noche, con un amplio espacio de tiempo por delante. Lo único molesto era la necesidad de marchar, de unir á los abrazos y los juramentos de amor una incesante actividad ambulatoria. Ella protestaba, saliendo de su arrobamiento, cada vez que el enamorado le proponía sentarse al borde del camino.

Muchísimo la molestó esta grosera bellaquería, que tan duramente la apellidaba; pero disimuló y se reportó durante muchos días, sin decir nada a su padre.

Tenía fe incontrastable en el progreso moderno, y echaba mano de los inventos realizados continuamente por la industria humana para combatir los argumentos deleznables, y pulverizarlos, de sus constantes enemigos los partidarios de la tradición, entre los cuales no era el menos empedernido y molesto su mujer.

De pronto, sonrió con pueril expresión de venganza. «¡Gallego!...» Y le volvió la espalda orgullosa de este saludo de despedida. Fernando se encogió de hombros, satisfecho y molesto al mismo tiempo. Llegaba la deseada liquidación de su vida oceánica. Había bastado que el buque se aproximase a tierra, para que se rompiesen por solas todas las relaciones establecidas en el curso de la navegación.

Y Amparito no pensaba esto mismo que suponía el antiguo novio, era algo parecido lo que expresaban sus miradas fieras y sus gestos desdeñosos para espantar a aquel moscardón molesto, que no la dejaba «ni a sol ni a sombra». ¿Y aún seguía allí, tieso como un poste, importunándola con sus miraditas? ¿No tenía bastante con tantos desdenes? Pues ahora verás.

Todos aquellos que lean esta extraña historia del secreto de un hombre, que hayan viajado de ida y vuelta por ese camino de hierro que va a Roma, saben bien qué molesto y pesado se hace cuando uno se transforma en constante viajero entre Inglaterra e Italia.

El P. Gil se había despojado del sombrero canal, y se inclinaba confuso y molesto bajo aquella fría y escrutadora mirada. El criado se retiró y entornó la puerta. Después de preguntarle por la salud, tardó en hallar palabras el sacerdote. Estará usted enterado, señor, de la desgracia que ha ocurrido hace algunos días en la mar.

Don Bernardino dirá que hemos venido dos contra él. Pues no, eso no dijo Velludo ; lo que ha pasado lo sabrá todo el mundo. No hay necesidad de hablar de esto una palabra dijo Juan Montiño ; si ese hombre sigue haciéndose molesto, yo le daré una nueva lección delante de todo el mundo, ó vosotros, señores, si se os viene rodado. Por ahora me parece mejor otra cosa. ¿Qué?

Palabra del Dia

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