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Actualizado: 15 de junio de 2025


El barco cabeceaba de proa; iba como rompiendo el agua, dando en ella como un machete, lo que era muy molesto. La noche del viernes navegábamos por el canal de San Jorge, que yo conocía bastante bien. Durante toda la noche y todo el día danzamos por encima de las olas, envueltos en la niebla, sin poder ponernos en rumbo.

Padre: en vista de la obstinación de esta mujer, ¿quiere usted tomarse el trabajo de persuadirla de que es cristiana? ¡Karaulova, acérquese! Karaulova, sin descomponerse, dio dos pasos hacia delante. El sacerdote estaba visiblemente molesto. Muy colorado, se acercó al presidente y le dijo algo al oído. ¡No, no, padre! le respondió el presidente . ¡Se lo suplico a usted!

El oficinista seguía pensativo, con las cejas fruncidas, como si estuviese contemplando interiormente un espectáculo molesto para él. Veía una casita cerca de Buenos Aires, y en sus habitaciones, pobres y limpias, una mujer y varios niños. Pero esta visión no tardó en esfumarse, recobrando Moreno el mismo aire de seguridad autoritaria y vanidosa con que se había presentado al hacer su visita.

Mi cabeza me producía una sensación extraña, como si no fuese exactamente la mía, sino, más bien, una cabeza parecida, que alguien me hubiese dado el encargo molesto de transportar hasta España. Juzgando con esta cabeza, tomé por una gran actriz a una señora que hablaba siempre de un modo muy enfático; pero ella me sacó pronto de mi error.

Quiero más sentarme aquí que á la diestra de Dios Padre. Soledad se encogió de hombros con desdén y murmuró: ¡Tardaba ya mucho! Estaba inquieta desde que Antoñico se había acercado á María-Manuela. Sus ojos se clavaban coléricos en ellos y querían pulverizarlos. Las palabras temblorosas de Velázquez le parecían un ruido molesto, la ponían aún más nerviosa.

Salimos de México en la noche de un diez de agosto, y llegamos en la madrugada a la histórica ciudad de la Puebla de los Angeles. Todo el día siguiente lo pasamos a bordo del ferrocarril, viaje molesto por el excesivo calor que se dejaba sentir y que nos quitó toda gana de admirar el trayecto, rico y variado en cultivos y panorama.

Despertóme a ; y, no contento con esto, bajó al huésped para que le diese luz, diciendo que había hallado objeto fijo a la estocada sagita por la cuerda. El huésped se daba a los diablos de que lo despertase; y tanto le molestó, que le llamó loco. En esto amaneció, vestímonos todos y pagamos la posada.

Había un enemigo más molesto que la tormenta que desordena á los convoyes, más temible que los torpedos.

Invitada a un baile aristocrático, entró en el salón y se sentó. Lanzáronse todas las parejas a bailar y ella se quedó sola. Su situación no podía ser más violenta y desairada. Levantarse e irse, atravesando el salón, le pareció un acto intempestivo; quedarse allí, sola y abandonada en medio del baile, no era menos desagradable y molesto.

No era el sol el enemigo principal que yo temía en Sevilla, ni el más molesto. Otros había que, aunque más pequeños, me daban mucha y muy cansada guerra. Eran éstos los abanicos. A cualquiera le asombrará que, siendo objetos tan inofensivos y aun útiles para todo el mundo, sólo conmigo fuesen fieros y sañudos contrarios.

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