Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 14 de mayo de 2025
¿Qué placer? me replicó Villalba mirándome con más lástima que ira. ¿No sabe usted que al bridge es un juego intelectual, casi científico, propio de estadistas y filósofos? O, mejor dicho, que no es un juego, ni un placer... ¿Y qué es, entonces? pregunté en el colmo del pasmo. Dándome la espalda, Villalba me repuso, con la solemnidad de un neófito: El bridge es una religión.
De repente oigo ruido, miro hacia arriba, y veo a Inesilla, asomada por el montante de la puerta, mirándome burlonamente, riéndose y restregándose los puños en ademán de hacerme rabiar. ¿Por qué has hecho eso? le pregunté. Y con la cara muy alegre repuso: Porque me da mucho gusto cuando te pegan. Desde aquel instante no pensé más que en marcharme de la casa.
La entretenía con preguntas acerca de Málaga, a las cuales ella contestaba con marcada indiferencia, mirándome alguna vez con curiosidad, como diciendo para sí: «¿Quién será este desaborío?» Me esforzaba en aparecer alegre y jacarandoso como los demás, y, sobre todo, en disimular el acento de mi país, adoptando otro, si no andaluz, castellano puro, al menos. No lo conseguía.
El médico viejo dejó de hablar y se quedó mirándome, buscando conocer mi opinión. Sí, es horrible dije yo esa falta de respeto por la vida ajena. ¡Cuánta gente no se habrá sacrificado por esas ideas del rango y de la posición social que, después de todo, no sirven para nada! Son restos del feudalismo. Eso es. Es verdad. ¿Y qué dijo Machín al oírle contar a usted esto? Se puso como un loco.
Recordé a Sarto, al general Estrakenz, al cardenal con su ropaje púrpura; vi luego el rostro de Miguel el Negro y por último la esbelta figura de la Princesa. Permanecí largo tiempo absorto en mis recuerdos, hasta que mi hermano me puso la mano sobre el hombro, mirándome fijamente. La semejanza, como ves, es grande le dije. Creo que no debo de ir a Ruritania.
Cuando le comuniqué a Mabel la promesa que le había hecho a su padre, sus pálidas mejillas se cubrieron de un leve carmín. Ciertamente, es mucha bondad la suya, señor Greenwood, molestarse por mis asuntos me dijo, mirándome y bajando luego sus ojos modestamente. Supongo que en adelante tendré que considerarlo como mi tutor y riose ligeramente, dando vuelta a su anillo en derredor de su dedo.
Yo era entonces un cómico que representaba dolorosamente su papel. Me alegro la dije al fin. ¿Y de qué se alegra usted? me contestó mirándome con gravedad. Me parece que eres feliz. ¡Oh! sí; completamente feliz me contestó ya lo creo: al cabo le tenemos a usted. ¡Le tenemos! exclamé con extrañeza. Sí, sí por cierto, el padre Ambrosio y yo.
Sí, esa misma noche en el teatro... Comprendí, al ver a su marido de opulenta fortuna, que se había precipitado en el matrimonio, como yo al Ucayali... Pero al verla otra vez, a veinte metros de mí, mirándome, sentí que en mi alma, dormida en paz, surgía sangrando la desolación de haberla perdido, como si no hubiera pasado un solo día de esos diez años. ¡Inés!
Miradas de soslayo todo el día, cuchicheos incesantes, que cesan de golpe en cuanto oyen mis pasos, un crispante espionaje de mi expresión cuando estamos en la mesa, todo esto se va haciendo intolerable. ¡Pero qué tienen, por favor! acabo de decirles. ¿Me hallan algo anormal, no estoy exactamente como siempre? ¡Ya es un poco cansadora esta historia del perro rabioso! ¡Pero Federico! me han respondido, mirándome con sorpresa. ¡Si no te decimos nada, ni nos hemos acordado de eso!
Ya sé, ya sé sobrina, la idea prueba que ama a mi hija; pero, creeme, la olvidará muy pronto, y cuando vuelva, trataremos de que su corazón no se equivoque más. ¿Entonces, tío, pensáis, que un hombre puede querer dos veces en su vida sin ser un fenómeno? El señor de Pavol me acarició las mejillas, mirándome con una conmiseración provocada tanto por mi pesar como por mi inexperiencia.
Palabra del Dia
Otros Mirando