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El feudalismo espiraba, el protestantismo dejaba ociosos á muchos constructores y les hacia ir insensiblemente olvidando las prácticas tradicionales de su profesion; por otra parte el celo religioso ferviente y espansivo de los siglos XIII y XIV habia poblado la tierra de suntuosos y muy duraderos templos, y habian de transcurrir muchas generaciones antes de que fuese necesario construir más.

Así andan las cosas de España: mucho de revolución, de libertad, de derechos individuales.... ¡Y al fin, por todas partes la tiranía, el privilegio, el feudalismo! Porque, vamos a ver, ¿qué es esto sino reproducir los ominosos tiempos de la gleba y las iniquidades de la servidumbre? Que yo necesito tu hija, ¡zas!, pues contra tu voluntad te la cojo.

La única época histórica que les seduce es la comprendida entre la irrupción de los bárbaros y el Renacimiento. Dentro de esta época la institución que despierta en su juvenil fantasía mayor copia de romances octosílabos y endecasílabos, es el feudalismo. El mosquito legendario no comprende cómo se puede vivir sin almenas, sin alfanjes, puentes levadizos, cascos y cimitarras.

El médico viejo dejó de hablar y se quedó mirándome, buscando conocer mi opinión. , es horrible dije yo esa falta de respeto por la vida ajena. ¡Cuánta gente no se habrá sacrificado por esas ideas del rango y de la posición social que, después de todo, no sirven para nada! Son restos del feudalismo. Eso es. Es verdad. ¿Y qué dijo Machín al oírle contar a usted esto? Se puso como un loco.

Una piratería mercantil, un feudalismo industrial han venido a afligir a la humana especie con unos Gobiernos de nulidad, juguete de la bancocracia, que protegen sólo a los ineptos adherentes y dificultan el desarrollo de todas las verdaderas fuentes de vida.

El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entre la vida que se va y la vida que se acerca.

No otra cosa demuestran las construcciones de que nos ocupamos, las cuales se destacarían notablemente entre la salvaje perspectiva de las casas de hojas de coco, de que nos hablan las historias de las primeras misiones. A más de los anteriores antecedentes, existen otros en los anales de aquellas, en los cuales vemos admitir como cierto el feudalismo de que nos venimos ocupando.

Frecuentemente, al contemplar la lucha de esas tres entidades, me ha venido a la memoria la Asamblea Legislativa francesa en 1790; de un lado, la intransigencia del antiguo régimen, los restos del feudalismo señorial y eclesiástico, representado por la alta nobleza y el clero de casta; en frente, el grupo de los innovadores, con los terribles cuadernos de quejas en las manos, el espíritu nutrido de Rousseau, grupo encarnado en esos oscuros abogados de provincia, sin la menor noción de gobierno, y con la misión única y fatal de derribar.

Súplicas, amenazas, ofertas para que se retire, cuanto se ha intentado ha sido en balde. Allí está cuando el rico industrial, nuevo señor del feudalismo moderno, sale a sus placeres y sus agios; cuando su esposa vuelve de rezar, y cuando sus hijas van a saraos y fiestas envueltas en primorosas galas.

En la segunda, despues de los progresos introducidos por la civilizacion romana, el feudalismo hace surgir por todas partes obispos, abades, condes, bailios y señores que dominan porciones de territorio y ciudades libres importantes y privilegiadas.