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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Creo que tengo ahora el derecho... Pero me interrumpió de nuevo: Sí, tiene derecho de sobra... ¿Quiere esperar hasta esta noche? Con dos palabras podrá comprender que el asunto es de todo, menos de broma... La persona de quien hablamos está gravemente enferma, casi a la muerte... ¿Entiende algo? concluyó mirándome bien a los ojos. Yo hice lo mismo con él durante un rato.
Su pasión se me comunica y me abrasa; yo también quiero tener un hijo, yo también. ¡Si me parece que le estoy viendo!, si está aquí, en los linderos de la vida, mirándome, diciéndome que le traiga, y no falta más que traerlo. Vendría si ella quisiera. Tengo la seguridad de que vendría; es una idea que se me ha clavado aquí.
En el extremo del salón y acurrucada en un gran sillón de terciopelo de Utrecht de un amarillo ajado, estaba Elena Lacante. Esperó para levantarse a que estuviese yo muy cerca de ella, y se estuvo tiesa delante de mí, sin ofrecerme la mano y mirándome furtivamente a través de las largas pestañas negras de sus párpados medio cerrados.
Hacíame mil preguntas acerca de la tertulia de Anguita, me obligaba a describirle minuciosamente todas las jóvenes que allí asistían, y luego, repentinamente, mirándome con fijeza a los ojos, me preguntaba: Vamos a ver: ¿y cuál es de todas la que más te gusta? Ninguna. Todas me gustan por igual. ¿Por qué sueltas esas simplezas? ¿Crees que me voy a enojar porque te guste una más que otra?
En tanto que daba yo prueba de esta cortesía de buen gusto, la señorita Margarita, con mi mayor sorpresa, continuaba mirándome con un descontento y despecho manifiestos. Su abuelo entretanto me prestaba oído atento; veía levantarse poco á poco su cabeza. Una extraña sonrisa iluminaba su fisonomía descarnada y parecía borrarle las arrugas.
Godfrey se mordió los labios y apretó los puños. No os acerquéis mirándome de ese modo, porque os aplasto. ¡Oh! no, seríais incapaz de hacer eso dijo Dunsey, girando sin embargo sobre los talones para alejarse ; bien sabéis que soy muy buen hermano. Podría haceros arrojar de casa y de la familia, y haceros desheredar cuando quisiera.
En el jardín del convento próximo, dos monjas de toca blanca han estado mirándome y hablando entre ellas. ¡Qué idea más rara deben formarse de un marino estas pobres mujeres que no han salido jamás fuera de las tapias de su huerta. Enfrente veo las casas solariegas contempladas por mí en la infancia, tristes, viejas, negras.
Dos o tres veces la sorprendí mirándome sin motivo, como si aun estuviese bajo el dominio de una sensación persistente: luego las obligaciones de cortesía le devolvieron poco a poco el aplomo.
Tosí, sudé, empalidecí, di algunas vueltas al sombrero, estiré el cuello de la camisa, que no me apretaba, y, por último, le alargué la mano. ¿Cómo sigue usted? Tomola, mirándome con desconfianza, y contestó de mal talante al saludo.
No pasé de la puerta, y ya no puedo con mi humanidad. Echóse para atrás, y mirándome por sobre las gafas agregó: Ayer escribí a López.... Tendré mucho gusto en darle a usted el empleo. Me gustan los jóvenes como usted. ¡Ya veremos! Ya veremos si encuentro en mi nuevo amanuense lo que deseo y he buscado siempre: un joven «inteligente, activo y útil...» Mañana me tendrá usted por allá.
Palabra del Dia
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