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Actualizado: 29 de junio de 2025
Me parece mentira. ¡Ay, hijo, qué bueno eres! Mereces que te caiga la lotería, y si no te cae, es porque no hay justicia en la tierra ni en el cielo... Adiós, hijo, no puedo detenerme ni un momento más... Dios te lo pague... Estoy en ascuas. Me voy volando a casa... Quédate en la tuya... y a esta pobre desgraciada, cuando despierte, no la pegues, hijo, ¡pobrecita!
Guillermina, en aquellas grandes crisis oratorias, tuteaba a todo el mundo... Después de empujar hacia la puerta a Jacinta y a Rafaela, volviose al desgraciado, que no acertaba a decir palabra, y echándose a reír con angélica bondad, le habló en estos términos: «Perdóname que te haya tratado duramente como mereces... Yo soy así. Y no te vayas a creer que me he enfadado.
«¿Qué miras? dijo la Dura inclinándose . ¡Ah!, otro botón... y este es negro, con tres ujeros... Mala señal, chica. Esto quiere decir que si no te casas, mereces que te azoten». Recogiendo el botón, lo miraba de cerca. Anochecía, y la sala se iba quedando a oscuras. Poco después Fortunata veía sólo el bulto de su amiga y los zapatos amarillos.
Serénate le decía , que ahora no te he de reñir, aunque bien lo mereces. No, no necesitas explicarme lo que te pasa; justo castigo de Dios. ¿Crees que no tengo yo pesquis? Me basta verte la cara. Ello tenía que suceder, porque los malos pasos conducen siempre a malos fines... El resultado es que sale todo lo que yo digo. El pecado trae la penitencia. Otra vez te da carpetazo ese hombre, ¿acerté?
Desenvuelvo yo mi idea, y nacen el arte, las religiones y la ciencia. Y la creación del Uno y mi creación se compenetran y confunden y vienen a ser la misma. ¿Me entiendes ahora? MARINO. Me pasmo de tu claridad. Con sobrada razón mereces apellidarte el sumo pontífice de todas las creencias, el gran ciudadano de todas las repúblicas y el archi-metafísico de todas las metafísicas.
Pero hemos de encontrarle, señora; D. Diego está sano y salvo. Me lo dice el corazón. Tú eres un buen muchacho. Ayúdanos a buscar a mi hijo y te recompensaré. Si parece, yo te prometo que serás su paje cuando se case. ¡Ah, gracias, señora!, muchas gracias contesté con viveza. Eres modesto. ¿Crees que no mereces este honor? Aunque no lo merezcas, yo te lo concedo.
¡Pobre papá! le decía entre besos y lágrimas , tú no mereces que yo te dé un mal rato... y sin causa ni motivo... porque no los hay... yo te lo aseguro... Es que sucedió lo que temía... que no sé dar a esas cosas serias su propio valor... cuando quiero explicarlas; y no hay más... Yo no haré sino lo que a ti te agrade... ¿Te parece mucho dejarme libre la voluntad en esos planes vuestros?... Pues ni eso te pediré.
Entonces vio de lejos entre los arbustos a su pobre compañero, a quien el feroz animal levantaba una y otra vez por alto. Stein extendía sus brazos hacia el leal animal, y repetía sollozando: «¡Pobre, pobre Treu! ¡Mi único amigo! ¡Qué bien mereces tu nombre! ¡Cuán caro te cuesta el amor que tuviste a tus amos!»
Y llegaba a creerse la muy tonta que la forma, la idea blanca, le decía con familiar lenguaje semejante al suyo: «No mires tanto este cerco de oro y piedras que me rodea, y mírame a mí que soy la verdad. Yo te he dado el único bien que puedes esperar. Con ser poco, es más de lo que te mereces.
Contestó Mauricia con un gruñido, como el de un mastín a quien dan con el pie para que se despierte. Sor Marcela puso junto a sí un plato de menestra y un pan. «La Superiora dijo , no quería que te trajera más que pan y agua; pero intercedí por ti... No te lo mereces. Aunque me proponga no tener entrañas, no lo puedo conseguir.
Palabra del Dia
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