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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Se había entrado por fuero propio, pagando á mi doncella. Era don Rodrigo Calderón. Me traía un mensaje y un regalo del duque de Lerma. Yo acepté. Después de haberme hablado por el duque, don Rodrigo me habló por sí mismo. Eso sucede casi siempre: el corredor de un gran señor goza antes que él, y es muy justo dijo Quevedo ; el agua moja antes el cauce que el pilón.
Oyó el caballero el cortés mensaje y se dirigió al trote de su corcel hacia la tribuna regia, vendado el hombro con blanco pañuelo de seda. Señor, dijo con firme voz, saludando al príncipe; no puedo sentarme á vuestra mesa. Francés soy y por ende enemigo vuestro.
Vos sois un hombre bueno y fiel y seréis recompensado. ¡Cosas extrañas! Sí, sí; pero no es cuenta mía... Camináis ligero, señora. El mensaje que llevo es urgente, amigo mío; pero si os sentís cansado... No, no; es una observación. Puesto que lo deseáis, apresuraré el paso.
Después, estrechó las manos de la señora Aubry y de María Teresa, y se marchó. A la mañana siguiente, Huberto recibía un mensaje de su madre invitándolo a pasar por su casa sin demora. Algo inquieto, se dirigió a la calle Astorg y encontró a la señora Martholl instalada en su gran escritorio.
Antes de morir me confió para usted un mensaje: que le perdonase por no haberse casado, que la había querido siempre y que moría en el amor a usted. Estas fueron sus últimas palabras. Unos instantes de estupor. Felicita quedó como congelada, yerta. Perdió voluntad y continencia.
Había llegado hasta allí preocupado por la obscuridad del mensaje. ¿Qué San Carlos era éste? ¿Un hotel?... ¿un paseo?... Como habitante de Mónaco, sólo conocía el Casino en Monte-Carlo. Lo único indudable para él era que el mensaje de Valeria procedía de la duquesa.
Guardó silencio nuestro hermano mientras duró el mensaje, y tomando la carta vió que el verdadero padre de Juan, aunque con un sentido doble, por el cual aunque se hubiera perdido aquella carta no se hubiera perdido el secreto, le suplicaba enviase á Alcalá á hacer los estudios que más le agradasen á Juan, bajo la vigilancia del bachiller Gil Ponce, hombre de virtud y conciencia, en quien podía confiarse enteramente.
La energía, ó, mejor dicho, la inspiración que lo sostuvo mientras pronunciaba el sagrado mensaje que le comunicó su propia fuerza, como venida del cielo, ya le había abandonado después de haber cumplido tan fielmente su misión. El color que antes parecía abrasar sus mejillas, se había extinguido como llama que se apaga irremediablemente entre los últimos rescoldos.
En cuanto á una coalición de las grandes potencias, los Estados Unidos no la temen. Recuérdese cómo desbarataron la Santa Alianza con un Mensaje de Monroe». ¿Tendrá razón el Sr.
Cada tres meses recibía el Santo en pliego certificado un billete de Banco, cuyo valor era bastante a cubrir los gastos ocasionados por los niños. Lo que jamás recibió fue carta, mensaje, ni visita que le hablase de la desaparecida. Cuantas tentativas hizo para saber su paradero fueron inútiles. Así pasaron cinco anos.
Palabra del Dia
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