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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Su mejor recreo era ir con su madre a sentarse en el campo y tomar croquis de los sitios pintorescos o bien abismarse en algún ensueño de Lamartine o de Hugo mientras que la indolente criolla dormitaba mecida por la armonía de los versos y acariciada por el ardiente beso del sol que le recordaba su país.
Niágara Fall's es una aldea que vivo exclusivamente de la atracción del torrente. Eternamente mecida por el ruido atronador de la cascada, paréceme que, si una mano omnipotente detuviera un instante las aguas en su caída, el silencio haría levantar hasta los muertos de sus tumbas.
17 De vuestras habitaciones traeréis [dos] panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de flor de harina, cocidos con levadura, [por] primicias al SE
Y sin descender del lecho, sobre las sábanas tibias, levemente mecida por los muelles del colchón al incorporarse, rezaba, toda de blanco, sumidas las rodillas redondas y de raso en la blandura apetecible. Rezaba, y a veces en el entusiasmo de su fervor religioso acercaba el rostro al Cristo inclinado sobre la cabecera, y besaba las llagas de la imagen llorando a mares.
No se dio cuenta de la frialdad de aquella cama. No se preocupó de si la criatura despertaría y llamaría a su madre llorando. Sin embargo, los brazos seguían ejerciendo su presión instintiva y la pequeña criatura continuaba durmiendo tan tranquilamente como si estuviera mecida en una cuna guarnecida de encajes.
Su ausencia, no muy larga, no fue perdida para él, pues la de Raynal no cesó de prodigarle elogios. ¡Qué encantador caballero! Tan sencillo, tan amable, tan respetuoso con las señoras... Enteramente como tu pobre padre, hija mía. Liette no pensaba en interrumpirla, dulcemente mecida por aquellas palabras acompañadas muy bajito por una melodía de Gounod.
Sin embargo, Tristán sacó disimuladamente del bolsillo un billete y haciendo seña a la doncella, se lo dio por debajo de la mesa. Araceli seguía de humor placentero. La poética aventura con la vizcondesa había exaltado sus sentimientos de grandeza. Mecida con deleite sobre las nubes irisadas del cielo aristocrático, no daba paz a la lengua.
¡Salve, oh reina de encantos, Filipinas querida, resplandeciente Venus, tierra amada y sin par: región de luz, colores, poesía, fragancias, vida, región de ricos frutos y de armonías, mecida por la brisa y los dulces murmullos de la mar!
Isidora, además de reír, además de temer, además de tener frío, se sentía como mecida en un vagoroso y aéreo columpio. La cara hermosísima del joven Pez pasaba ante sus ojos con oscilación de resplandores celestes que van y vienen. ¿Cómo no, si de pronto empezó a oír retahíla de palabras ardientes, que jamás oyera ella sino en sueños? Joaquín la tuteaba, Joaquín se extralimitaba de palabra.
Palabra del Dia
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