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Actualizado: 11 de julio de 2025


Cuando se quedaron solas otra vez, Mauricia dijo a su amiga: «Hay que tener contenta a esta tía chiflada, que es buena persona, y como le froten los muebles al hilo, la tienes partiendo un piñón». Mauricia tenía días.

Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas. Mauricia lo recogió y siguió chupando, alternando un ojo con otro en el cerrarse y en el mirar. Después hablaron de la procedencia del pitillo.

Es una mujer que parece está bebida; pero muy bebida... ¿Y no acierta quién es?, la señá Mauricia. ¿Pero oyes, mujer, has oído? dijo doña Lupe desde el pasillo volviendo a la sala . Mauricia... borracha... ahí tienes lo que reúne tantísima gente. ¿Pero la viste bien?, ¿estás segura de que es ella? preguntó Fortunata pasado el primer momento de asombro. , señorita, ella es...

Miró a su amiga sin hablarle, y esta se le acercó sonriendo, como si quisiera decir: «Lo que menos esperabas era verme aquí ahora...». ¿De veras eres ...? Y observó que Mauricia traía unos zapatos muy bonitos de cuero amarillo, atados con cordones azules terminados en madroños. ¡Y qué bien calzada!... ¿Qué te creías ? Después le miró la cara.

«¿Qué tienes, mujerle dijo Belén, alzándole a viva fuerza la cabeza. La pecadora no contestó nada; mas la otra pudo observar que su rostro estaba tan bañado en lágrimas como si le hubiesen echado por la frente un cubo de agua, y sus ojos encendidos y aquella grandísima humedad igualaban el rostro de Mauricia al de la Magdalena; así al menos lo vio Belén.

«Vaya, todo eso es cuento... ¿Piensas que me voy a creer esas bolas?... ¡Como no se acuerde él de ...!, ni falta. lo has de ver. ¡Ay qué chico! Da pena verle... loquito por ti... y arrepentido de la partida serrana que te jugó. Si la pudiera reparar, la repararía. Créetelo porque yo te lo digo. Lo mismo fue verla Mauricia que echarle los tiempos del modo más despótico.

Más presente que la administración del Sacramento tenía el paso con su hija; ¡ay, qué paso!... «¿No vistes a la Jacinta? preguntó a Fortunata, volviéndose de un costado y poniéndole la mano en el hombro... . ¿Habló contigo?... eres una sosona y no tienes genio... Si a me llega a pasar lo que te ha pasado a ti con esa pastelera; si el hombre mío me lo quita una mona golosa, y se me pone delante, ¡ay!, por algo me llaman Mauricia la Dura.

Con increíble arrogancia Mauricia descendía, sin sentir peso alguno. Alzaba la custodia como la alza el sacerdote para que la adoren los fieles... «¿Veis cómo me he atrevido? pensaba . ¿No decías que no podía ser?... Pues pudo ser, ¡qué peine!». Seguía por la iglesia adelante.

Mauricia parecía melancólica y sosegada. «¡Qué señora esa! exclamó Fortunata . ¿Habrá nacido de madre como nosotras?».

Como lo vuelvas a decir... añadió Mauricia haciendo un gesto de burlesca amenaza . ¿Piensas que una ganga como esta se encuentra detrás de cada esquina? Nada, chica, a casarse tocan. En ese espejo quisieran verse otras. Y para acabar, chica, cásate, y haz por no caer en la trampa.

Palabra del Dia

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