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Actualizado: 16 de octubre de 2025


¡Pero hombre, eres peor que un lobo! dijo el apoderado sacando del café a su matador . Esa señora esperaba que fueses a su casa. Ha estado la mar de tardes sin salir, creyendo que ibas a llegar de un momento a otro. Eso no se hace. Después de presentarte y de todo lo ocurrido, la debes una visita: cuestión de preguntarla por su salud.

Nadie pudo oír lo que yo, encolerizada y embravecida, dije a don Baltasar de Peralta en cuanto, como lo ansiaba, con él me vi a solas; que después de manifestarle que al oír su nombre le había conocido como el matador de mi padre, de mi casa arrojele, amenazándole con mi venganza.

Leonido se presenta á Marfisa y le cuenta su vida, diciéndole que había sido expuesto á la inclemencia del cielo, adoptándolo el duque de Toscana, y que más tarde, ya hecho caballero, por amor á Arminda había dado muerte á su hermano. Marfisa, en un espejo mágico, hace ver á su amada, que, con ayuda de los dos Príncipes, busca á aquel matador.

Al ver a Gallardo rompiendo con su caballo las filas de la multitud, entre sombreros tremolantes y manos tendidas, la dama extremó su sonrisa. Venga usted aquí, Cid Campeador. Deme usted la mano. Y de nuevo se estrecharon sus diestras con un apretón que duró largo rato. Por la noche, en casa del matador, fue comentado este suceso, del que se hablaba en toda la ciudad.

En invierno, cuando descansaban sus ídolos, vivía en Jerez al cuidado de sus haciendas, y este cuidado consistía en pasarse las noches en el Círculo Caballista, discutiendo acaloradamente los méritos de su matador y la inferioridad de sus rivales, pero con tal vehemencia, que por si una estocada recibida años antes por un toro, del que no quedaban ni los huesos, había sido caída o en su sitio, tentábase por encima de la ropa el revólver, la navaja, todo el arsenal que llevaba sobre su persona, como garantía del valor y la arrogancia con que resolvía sus asuntos.

Tu sangre se mezcla al fuego; tu piel se estremece y cruje bajo los cohetes que serpentean y forman guirnaldas cayendo en lluvia de oro; tu rabia ha llegado al límite, y los espectadores han huido de la primera barrera, temiendo que la franquees, ¡y no obstante, tiene seis varas de alta! ¡Condenación! ¡el matador no llega! y sin embargo es la hora. ¿Podría estar más a punto?

Consideraba don José como una gloria más de su ídolo el que la gente admirase la serenidad con que perdía el dinero. Un matador no podía ser igual a los demás hombres, que andan a vueltas con los céntimos. Por algo ganaba lo que quería. Además, satisfacíale como un triunfo propio, como algo que era obra suya, el verle metido en un Círculo donde no todos podían entrar.

Los pies del matador apenas se movían ni salían de un círculo estrechísimo; pero este círculo parecía sagrado e infranqueable; los cuernos del toro pasaban rozando la chaquetilla del anciano torero sin hacerle el más ligero daño. Al fin, la fiera, harta de tanto revolverse y acometer sin fruto, se detuvo jadeante.

La mujer de su matador le quería mucho, viendo en él una especie de ángel custodio para la fidelidad de su marido.

El príncipe Don Sancho, cuyo carácter violento lo arrastra hasta á amenazar al Rey, se declara en favor de Don Diego. El poeta nos ofrece después á Ximena en conversación con su confidenta; descúbrele que, á pesar de las prescripciones del honor, aún no se ha extinguido el amor que profesaba al matador de su padre.

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