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Actualizado: 14 de julio de 2025
El tal Machín era un tipo raro en todo, en su conducta, en sus parecidos y en las simpatías y antipatías que despertaba. Días después, una mañana de otoño muy clara y muy hermosa, Machín, con su criado, se embarcó en la goleta. Pasaron días, semanas; han pasado años; no ha vuelto a saberse más de él. El día de mi boda, al llegar a casa de mi madre, Mary abrió el sobre que me había dado Machín.
Eran hembras que podían ir solas por el mundo, sintiéndose capaces de interrumpir los arrebatos de pasión con golpes de boxeo. Algunas había visto él en sus viajes que llevaban en el manguito, o en el bolso de mano, entre la caja de polvos y el pañuelo, un diminuto y niquelado revólver. Miss Mary le hablaba del lejano archipiélago oceánico en el que su padre era algo así como un virrey.
Privada de poder hablar con Febrer, que ignoraba el inglés, lo saludaba con el brillo amarillento de sus dientes y volvía a su trabajo, siendo una figura decorativa de los halls de los hoteles. Los dos amantes hablaban de casarse. Mary resolvía la situación con enérgica rapidez. A su padre sólo necesitaba escribirle dos líneas. Estaba muy lejos, y además nunca le había consultado en ningún asunto.
Después he visto claramente que las madres lo reconcentran todo en el interés de los hijos y desconfían de lo que puede perjudicarles. Yo no dudaba: tenía la evidencia de que el viejo era Juan de Aguirre y de que Mary era mi prima. Durante algún tiempo fuí casi todos los días a la casa de la playa. Mi tío marchaba cada vez peor. El médico vaticinaba el final para un breve plazo.
Estaba impaciente; salí de casa, y en la carretera me encontré con el médico viejo. Era gran madrugador y salía temprano para su visita. Le saludé, le acompañé, le dije si conocía a Mary y le pregunté qué se decía en el pueblo de las galanterías de Machín. Nada malo. Puedes estar tranquilo. No creo que le haga el amor a Mary. Está correctísimo con ella y la trata con gran consideración.
Yo me decidí a intentar bailar el fandango al son del tamboril; pero, como no sabía mover los pies, hice que se rieran de mí las mujeres y los hombres. ¡Bravo, Shanti! ¡Bravo! me gritaban los viejos pescadores, que se acercaron a mirarme todos en fila, con las manos metídas en los bolsillos del pantalón. Creo que estoy bailando como un lobo de mar le dije a Mary. Ella no pudo contener la risa.
Llamé, y se presentó la muchacha rubia, ¡mi prima! Tenía los cabellos despeinados por el viento, la ropa mojada por la lluvia; en sus ojos se leía una decisión huraña y melancólica, que me sorprendió. Ven, Mary dijo el viejo capitán . Da la mano a este caballero. Es primo hermano tuyo. Será para ti un amigo, un defensor cuando yo falte. La muchacha sollozó al oír esto.
Tampoco quise dar parte a la autoridad de esta tentativa de asesinato de Machín; lo que sí hice fué contar lo ocurrido a la Cashilda y advertirle que si venía algo de fuera para Mary, no se lo diese. Ella, horrorizada, me dijo que no tuviese cuidado; si algo llegaba, ella lo detendría y me lo enviaría.
«¡Si me viese miss Mary! pensó . Tal vez me comparase a un Sigfrido rústico yendo a matar el dragón que guarda el tesoro de Ibiza... ¡Si me viesen otras mujeres que he conocido, y todo lo encontraban ridículo!...» Pero su amor se sobrepuso inmediatamente a tales recuerdos. ¡Si le viesen! ¿y qué?... Margalida valía más que las hembras que él había conocido antes: era la primera, la única.
Yo le di las gracias a este hombre, de una generosidad tan absurda, que con poco sueldo y nueve hijos todavía quería cargarse con una persona más, y, al ver su insistencia, accedí; el faro podría ser un buen recurso para Mary, al menos al principio. Nos despedimos del torrero, acompañé a mi prima a casa y volví a Lúzaro. La enfermedad de mi tío Aguirre seguía aproximándose al desenlace.
Palabra del Dia
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