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Actualizado: 14 de junio de 2025
Una semana después, la Cashilda me entregó un periódico de Bilbao que se había recibido para Mary. Me pareció la previsión un tanto exagerada; pero al leerlo, creí que me había salvado de un peligro tan grande como el de la caja explosiva.
Yo intenté convencer a mi madre de que Mary no tenía edad para reflexionar; si había ido a pescar calamares con la hija del torrero, probablemente no sería por capricho, sino más bien por necesidad. Mi madre no se convenció, y me dió a entender que, si la chica se quedaba huérfana, no estaba dispuesta a recogerla. ¿Aunque se pruebe que es tu sobrina? Si se prueba eso, la llevaremos a un colegio.
Y era tan buena Lita que, delirando por dormir junto a su mamá, para no afligirla, nunca exageró sus dolores. A veces hasta los disimulaba... Esa mañana se sentía sin embargo dispuesta a usar de toda su energía para imponer su voluntad. En cuanto se coló la luz por las rendijas de la puerta, llamó a miss Mary.
Al llegar al muelle vi a mi madre y a Mary, que me esperaban. Las dos me abrazaron llorando. Ahora, abrazaos vosotras les dije yo. Y mi madre estrechó a Mary contra su pecho y la besó varias veces efusivamente. El juez me interrogó por si sospechaba quién podía ser el secuestrador, pero yo declaré que no tenía ningún indicio.
Mary estaba enfurruñada. ¿Qué le pasa a usted? la dije. Nada. No, algo le pasa. ¿Está usted incomodada conmigo? Sí. ¿Por qué? ¡A mí no me ha traído usted anillo! me dijo, dolorida. No importa; le compraré otro más bonito. No, no; yo lo quiero igual que el de Quenoveva. Pues como el de Quenoveva.
Hacía ya mucho tiempo que Machín no se ocupaba de Mary ni de mí para nada. No se le veía jamás por Lúzaro. Se iba acercando el día de nuestra boda. Una noche, al entrar en casa, vi a Machín que me esperaba en el portal. Me eché a temblar, lo confieso. ¿Qué querria aquel hombre? Tengo que hablar con usted me dijo. Bueno, pase usted a casa le indiqué. Pensé que no intentaría atacarme.
La chica apenas aparecía en el pueblo; el criado trabajaba en el campo, y los domingos iban los tres al faro de las Ánimas, pues se trataban con el torrero y su familia. La mujer de la taberna añadió que al principio decían que Mary, la hija del capitán, era débil; pero que con aquella vida al aire libre se estaba haciendo una muchacha muy robusta.
El médico negó radicalmente semejante hipótesis. La niña no hubiera podido dar un paso por sí misma... Pero, ¿quién la llevó hasta allí, mientras miss Mary y los padres dormían?... ¡Pues el chico ese que decía haberla encontrado muerta!
No era fácil que mi enemigo me cogiese desprevenido como la otra vez; contaba con una policía espontánea que vigilaba mis pasos. Mi madre estaba deseando que me casara cuanto antes, pero había que pedir dispensa por razón de parentesco; en la fe de bautismo de Mary aparecía como hija legítima de Juan de Aguirre y Lazcano.
Quenoveva palideció y se ruborizó de alegría al recibir la sortija; respecto a los juguetes, Urbistondo opinó que para el primer día bastaba con que los chicos los vieran únicamente; si no, los iban a romper. Me despedí de Urbistondo y de su familia, y Mary y yo nos dirigimos a Lúzaro por el Izarra.
Palabra del Dia
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