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Actualizado: 14 de julio de 2025


¡Gracias, Egan-suguia! ¡Muchas gracias! dijo Mary . ¡No es verdad que comes a los chicos; eres muy buena y prestas tu casa a los que van por el monte! Adiós! Llegamos a Lúzaro y llevé a Mary a casa de Recalde. Ella estaba tranquila, pensaba que tendría que trabajar pronto. En cambio, mi inquietud era grande. Comprendía que estaba enamorado.

¿Qué le pasa a Quenoveva? le dije a Mary . La encuentro más pálida y triste que antes. Es que está algo enamorada. ¿De veras? . ¿Y de quién? De un chico marinero que no conocerás, que se llama Agapito. Y él no la hace mucho caso. ¿No? ¡Qué majadero! ¿Qué más puede desear ese imbécil? Si no le parece bien ...

Mi madre, que desde el principio que le hablé de Mary sintió por ella antipatía, se informó, y obtuvo malos informes; según le dijo una mujer de Izarte, la chica llevaba una vida salvaje, corría por las peñas, andaba tirando piedras, y muchas veces había ido con la hija del torrero, una muchacha igualmente salvaje, a pescar calamares.

En cuanto amaneció, Lita pidió a miss Mary los útiles y la lana celeste, y se puso a tejer y tejer... Otra semana más de trabajo, y quedó concluida la colcha celeste... Otra semana más, ¡y también la colcha rosada!... ¡Ya no le restaba nada que hacer, sino guardar celosamente su obra, su tesoro!...

El recibimiento que me hizo Mary borró todas mis inquietudes. Salí de casa de Recalde loco de contento. Al llegar a mi casa le dije a mi madre que me casaba con Mary; ella no replicó; mas al día siguiente me dijo que Mary era una buena muchacha, pero que podía haber hecho una boda mejor. Yo le advertí alegremente que no se trataba de hacer una buena boda, sino de ser feliz.

Mary seguía siendo para él una mujer de carácter original, en la que siempre quedaba algo por conquistar, abordable a ciertas horas y repelente y austera el resto del día. Era su amante, y sin embargo no podía permitirse un descuido, una libertad que revelase la confianza de la vida común. La más leve alusión a sus intimidades la hacía enrojecer de protesta: «¡Shocking!...»

Jaime pasó una noche en claro en un hotel de Siracusa... ¿Casarse? Mary era agradable: embellecía la vida y llevaba con ella una fortuna. ¿Pero realmente se casaba con él?... Comenzaba a molestarle el otro, el fantasma ilustre que había surgido en Zurich, en Venecia, en todos los lugares visitados por ellos que guardaban recuerdos del paso del maestro...

Me entregó usted un sobre del padre de Mary.... Cierto. Pues yo le tengo que entregar a usted otro para ella. Déselo usted el día de la boda. ¿No será una venganza? No, no; puede usted estar tranquilo. Dígale usted que es de parte de su familia. Será para usted y para ella una sorpresa agradable. Tomé el sobre, vacilante. El siguió mirándolo todo con atención.

Ya hacía también aproximadamente un año que había muerto el padre de Mary, y tenía que entregar a Machín el sobre de mi tío Juan. Mi tío me recomendó que se lo diera en su mano, y pensé hacer las dos cosas al mismo tiempo: entregarle el sobre y desafiarle. No cómo se enteró el médico viejo de mi resolución; el caso fué que dijo que tenía que acompañarme. Yo me opuse, pero al fin me convenció.

Si se comiera los niños, aquí estarían los huesos, y no hay nada. Es que tiene el estómago fuerte y la picara de ella se los traga. Ahora, Mary, ¿qué hacemos? ¿Quiere usted que vaya a Lúzaro y venga con un paraguas? No; sentémonos. Ya pasará la lluvia. ¿Y qué vamos a hacer? Hablaremos. Nos sentamos en el suelo.

Palabra del Dia

buque

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