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Actualizado: 20 de junio de 2025
El dios de la Poesía viene a dar al dios del Infierno la desagradable noticia, de que mientras él sudando el quilo se esmera en forjar una armadura para el tremendo Marte, éste, deshonrándole como a un simple mortal, ha cometido adulterio con su esposa Venus: y se lo dice, por lo visto sin preparación ni rodeo, sin tener en cuenta siquiera que están allí sus ayudantes.
En el Instituto de Jovellanos de Gijón, hay varios: los principales son una carroza con dos caballos vista por la zaga, hecho a pluma, y un apunte con lápiz rojo para la figura del Marte. Grabados de mano de Velázquez, no se conocen más que dos. Uno al agua fuerte retocado con buril y otro a punta seca.
En el soberbio trono diamantino que con sangrientas plantas huella Marte, frenético, el Manchego su estandarte tremola con esfuerzo peregrino. Cuelga las armas y el acero fino con que destroza, asuela, raja y parte: ¡nuevas proezas!, pero inventa el arte un nuevo estilo al nuevo paladino.
Por tierra al Paraguay despues vinieron. La mas de toda aquesta poca gente, Que nombre del Socorro les pusieron, De Estremadura son, dó influye Marte De sus sacros tesoros tan gran parte. Sanabria en Medellin nacido habia, Con hijos y muger allí ha vivido, Viudo ya una vez, Doña Mencía En Sevilla por suerte le ha cabido.
¡Rataplán! ¡Rataplán!... ¡Oh, el bosque de Vincennes, los vastos guantes de algodón blanco, los paseos por las fortificaciones, la barrera de la Estrella, el cornetín de pistón de la sala de Marte, la bebida en las afueras, las confidencias entre los hipos, los útiles de encender que se desenvainan, la romanza sentimental que se canta con una mano puesta en el corazón!...
Puestos estaban en la baxa parte, Y en la cima del monte, frente á frente Los campos de quien tiembla el mismo Marte: Quando una, al parecer discreta gente, Del catolico vando al enemigo Se pasó, como en numero de veinte. Yo con los ojos su carrera sigo, Y viendo el paradero de su intento, Con voz turbada al sacro Apolo digo: Qué prodigio es aqueste? qué portento?
Como magistrales cuadros de costumbres, léanse sobre todo La primera catástrofe, No es casa de huéspedes, Entre Venus y Marte, La tienda de la esquina, Los parientes de Gedeón, sin olvidar el extraño y fantástico capricho de La gran batalla, cuya ejecución es maravillosa y digna de Goya.
Dixo mi amigo: Aquel, que ves que asoma Por aquella montaña contrahecha, Cuyo brio al de Marte oprime y doma, Es un alto sugeto, que deshecha Tiene á la envidia en rabia, porque pisa De la virtud la senda mas derecha. De gravedad y condicion tan lisa, Que suspende y alegra á un mismo instante, Y con su aviso al mismo aviso avisa.
La barbara nacion que se juntaba, No pudiera escaparse de su mano. Si el bravo y crudo Marte se hallára Con tal gente de guerra, tan ufano Y altivo se sintiera, que en la tierra A todos los mortales diera guerra. La trompa y atambor les ayudaba, Los caballos calor iban tomando: Contento grande, cierto, que causaba Aquesta gente allí escaramuzando.
«¿Y qué lee?... vamos a ver dijo Ballester mirando el libro . La pluralidad de mundos habitados... Bueno va... ¡Cualquier día me iba yo a ocupar de si había personas en Júpiter! Cuando digo que usted, amigo Rubín, va a acabar mal. Aquí para entre los dos: ¿a usted qué le va ni qué le viene con que haya gente en Marte o deje de haberla? ¿Le van a dar a usted algo por el descubrimiento?
Palabra del Dia
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