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Actualizado: 19 de junio de 2025


Una noche, estando en Marsella de paso para Egipto, Mina quiso pasear por el Puerto Viejo, á la luz de la luna. ¡Ver los buques antiguos del Mediterráneo dormidos sobre las aguas de plata! ¡Creerse en tiempos de la Odisea al contemplar las filas de pequeños veleros procedentes de Grecia!... Los muelles desiertos resultaban peligrosos después de media noche.

Juntos iban al puerto, tranquilo y solitario lago, cuya entrada era casi invisible por las revueltas entre las peñas del brazo acuático que lo comunicaba con el mar. Sólo de tarde en tarde aparecían en esta plaza cerrada de agua azul los mástiles de algún velero que venía a cargar naranjas para Marsella.

El pobre «rey» conoció una reina que no había sospechado nunca: injusta, rencorosa, sarcástica, propensa á encontrar malo todo lo de su marido. Una mañana, á la hora del breakfast, por una discusión insignificante, la misma mano que había disparado varios tiros en el Puerto Viejo de Marsella agarró un plato y lo arrojó contra la cara del hombre célebre. La porcelana se hizo pedazos, hiriéndole.

Inmenso paisaje para encantar al viajero curioso que busca emociones donde quiera; pero mas inmenso aún para el poeta y el estadista que pueden hallar al mismo tiempo materia de interesantes estudios sociales, y para remontarse hasta lo infinito en una contemplacion profunda y soñadora.... Bajemos de la montaña para echar una rápida ojeada sobre el interior de Marsella.

Sus labios se separaron, lanzando una leve exclamación de sorpresa. ¡Ah!... Se apagó la luz arrogante de sus pupilas. Luego bajó los ojos, y poco después la cabeza. La muchedumbre vociferante lo fué empujando y se lo llevó, sin que nadie se acordase del hombre que había dado la alarma é iniciado la persecución. Aquella misma tarde el Mare nostrum salió de Marsella.

Su recuerdo no tardó en resurgir, adhiriéndose á él con un interés trágico. La misma tarde que habló con su amigo en el café de la Cannebière fué á la Casa de Correos para recoger la correspondencia, que se hacía enviar á Marsella. Le entregaron un grueso paquete de cartas y periódicos.

Esta parte de la ciudad forma lo que se llama el barrio de la Joliette, y está limitado por los nuevos puertos y magníficos muelles y almacenes creados para los vapores, y la vasta área del antiguo Lazareto destruido y de algunas colinas arrasadas donde se ha trazado el plan de una novísima Marsella que contendrá 150,000 habitantes en bellísimas calles.

Eran laúdes como los que había mandado el patrón Ferragut, embarcaciones de Valencia que llevaban vino á Cette y frutas á Marsella. Ulises tenía un amigo, el secretario del Ayuntamiento, único habitante que guardaba en su casa algunos libros. Tratado por los ricos con cierto menosprecio, buscaba al muchacho, por ser el único que le oía atentamente.

Marsella era la metrópoli del Mediterráneo, el puerto terminal para todos los navegantes del mare nostrum. En su bahía, de cortas olas, se alzaban varias islas amarillentas, con franjas de espuma, y sobre una de ellas las torres robustas del novelesco castillo de If.

Este hecho no ha podido verificarse sino á virtud de estupendos trabajos de mina y nivelación que, extendiendo mucho el área, han permitido emprender nuevas construcciones en inmensa escala. Si hoy es Marsella la primer ciudad marítima de Francia y la tercera en poblacion, todo hace creer que ántes de veinte años quizas tendrá 600,000 almas y figurará como la quinta ó sexta ciudad de Europa.

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