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Al regreso fué á tomar carga en el puerto de Marsella. No tenía Ferragut que preocuparse del buque cuando estaba anclado. Eran los oficiales franceses los que se entendían con las autoridades de los puertos. El se limitaba á ser una justificación de la bandera, un capitán de país neutral que hacía valer con su presencia la nacionalidad del buque.

A principios de julio pensaba marchar con Fernandito a Bélgica, para pasar un mes escaso con Mariano Osuna en su castillo de Beauraing; después no sabía a punto fijo dónde iría a esperar el 15 de octubre, fecha en que estaba citada con la reina en Marsella, para emprender el viaje a Roma: quizá fuera a Trouville... El verano anterior lo había pasado allí en una villa preciosa, frente al Chalet Cordier, que era el de M. Thiers... Y por cierto que era Thiers un vejete muy simpático y muy limpio, a pesar de ser republicano; su mujer, una bourgeoise así, así... vamos, bastante pasable.

El vastísimo comercio de Marsella, alimentado por el mundo entero, abraza todos los artículos que la industria exterior puede producir; pero hay algunos que merecen mencion especial, porque constituyen por su naturaleza y su enorme valor total la base principal del tráfico alimentado por tantos millares de fragatas, bergantines, barcas y vapores que de todos los puntos del globo van á ofrecer su carga sobre los muelles de Marsella.

Lyon, Burdeos, Marsella, Estrasburgo, son sin duda alguna las principales ciudades de Francia: las de segundo y tercer órden que conozco no valen en verdad una descripcion separada, á no ser Narbona, que por lo pobre y mezquina, ni puede compararse con la mas desvalida de nuestra España: en Narbona se carece de todo, es una aldea grande; y bueno es dejar sentado, para los que sospechan que la Francia es Paris, que pueden contarse otras varias ciudades que en nada aventajan á Narbona.

Marsella es interesante bajo todos aspectos: si su comercio es vastísimo para dar salida á los productos del suelo frances y de una parte de la Suiza, y entrada á los valores que proceden del Asia, de todo el Mediterráneo y de Africa, América y Colombia, el importe de su fabricacion es muy considerable; sus construcciones navales son muy valiosas; los frutos de su agricultura son de no poco precio; y en su seno agitado da cabida tambien á los monumentos que atestiguan el progreso espiritual de la civilizacion.

A su izquierda más allá de los montes azules de Oropesa que limitaban el golfo valenciano veía imaginativamente la opulenta Barcelona, donde tenía numerosos amigos; Marsella, prolongación de Oriente clavada en Europa; Génova, con sus palacios escalonados en colinas cubiertas de jardines. Luego su vista se perdía en el horizonte abierto frente á él. Este camino era el de la dichosa juventud.

El insular, como todos sus compatriotas que viajan, tenia vieja amistad con el mar, y el puente del vapor le gustaba de preferencia. Yo, entretanto, leia ó dormia en el camarote, una vez que se perdió de vista la costa de Marsella. Al dia siguiente desde mi alcoba, en el hotel de las «Cuatro naciones», en Barcelona, que en la pieza contigua silbaba alguno el himno británico God save the queen.

Marsella tiene ademas un gran Banco y Bolsa, varios hospitales bien servidos, y numerosos establecimientos de crédito. Abunda en espléndidos cafés de mucho lujo y elegancia, aunque en lo general frecuentados por gentes de mala sociedad, y en ricos y espaciosos hoteles que nada tienen que envidiar á los mejores de las grandes capitales.

Así logró tener su hotelito en Auteuil. ¡Y pensar que Monticelli vendía sus cuadros a diez francos cada uno en las terrazas de los cafés de Marsella...! ¡Qué lástima...! LORENZA. ¡...! ¡Da grima...! Sin embargo, yo tengo la intención de imponerme como artista. Y la señorita Cassatt, que era rica, trabajó como si fuera pobre. ¡Pongamos mano a la obra...! LORENZA. ¡!

Pero todavía tiene un porvenir mas grandioso, que le están preparando en Asia y en Colombia y Oceanía los canales de Suez y Nicaragua en via de ejecucion. El dia que esas grandes vias de comunicacion estén abiertas al comercio del mundo, Marsella centralizará en sus puertos y almacenes la mayor suma del enorme movimiento cosmopolita que se producirá.