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Actualizado: 1 de julio de 2025


Oída la acusación y la defensa, puede, pues, abrirse juicio sobre el valor del libro. Crítico y criticado parecen estar de acuerdo acerca de algunos defectillos, disienten en otros, y parecen no haber querido recordar el verso clásico: Ni cet excés d'honneur, ni cette indignité Cané es un estilista consumado.

Así se consolaba el patrón de no haber mandado en su vida mas que pesados y robustos laúdes, iguales á las naves de otros siglos, en los que llevaba vino á Cette ó cargaba cosas prohibidas en Gibraltar y la costa de África. Ulises no tardó en darse cuenta de la rara popularidad que gozaba su tío el Dotor, una popularidad compuesta de los más antagónicos elementos.

Eran laúdes como los que había mandado el patrón Ferragut, embarcaciones de Valencia que llevaban vino á Cette y frutas á Marsella. Ulises tenía un amigo, el secretario del Ayuntamiento, único habitante que guardaba en su casa algunos libros. Tratado por los ricos con cierto menosprecio, buscaba al muchacho, por ser el único que le oía atentamente.

Después de subirse hasta un pueblo que le llaman Lila, volviose a Marsella y a Cette, donde se embarcó para Valencia. «Y en Valencia encontraste a la Nicolasa, con quien veniste por badajes, que vos daban los aiuntamientos, con dos riales de tapa dijo la Petra , y de Madrid vos fuisteis a los Portugales, y tres años te duró el contento, camastrón, hasta que la golfa se te fue con otro.

Encore un petit verre de cette médecine».... Y una copa mas iba á perderse en el mar interior de aquel estómago incombustible y agitado por las convulsiones de un vértigo incesante. Lo que refiero no es una invención, es la verdad, y yo mismo me aturdia al ver esas escenas singulares, incomprensibles en una mujer y sobre todo en una Francesa.

Je vous avoue dice ella que cela m'a donné de l'emotion et je souhaiterais fort de trouver les moyens de chatier cette hauteur. ¡Qué diferencia hay entre estas palabras y las de la escena española de Diana! ¡Con qué energía estalla su sentimiento ante la frialdad del Príncipe! ¡Qué pincelada maestra la de aquellos dos versos: Aunque me cueste un mundo, He de rendir á este necio,

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