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Actualizado: 3 de mayo de 2025


De pronto, fijando una atenta mirada sobre la entrada del puerto, se detuvo, asió un anteojo que había cerca de la bitácora y, aproximándolo al ojo izquierdo, exclamó: Por fin, por fin, ¡qué suerte! ya está aquí, , es él... ¡Vaya una manera de remar! ¡Vamos, firme, bravo, muchachos! ¡doblad, y podremos aprovechar la brisa y la marea!

Como un inmenso murmullo de marea, todas las bocas confirmaron a coro: Amén. La reina se levantó, y se sentó en el trono, junto al rey, resplandeciendo de santidad y de hermosura. Y en la atmósfera vibró un coro de invisibles ángeles, mientras se retiraban lentamente el gran inquisidor de Felipe II y sus demás acompañantes, de vuelta al palacio de la calle del rey Francisco.

Allá abajo, en algunos sitios, las piedras escalonadas formaban como las graderías de un anfiteatro. En los bancos de este coliseo natural quedaban, al retirarse la marea, charcos claros, redondos, pupilas resplandecientes que reflejaban el cielo.

La marea de piedras fundidas habrá subido desde el centro, bajo la presión de la envoltura planetaria, gradualmente comprimida por efecto de su propio enfriamiento. #Los fósiles# Cualquiera que sea el origen primitivo de la montaña, conocemos á lo menos su historia desde una época muy anterior á los anales de nuestra humanidad.

La misma tartana de que el valiente Santiago se apoderara al abordaje con un buey y sus cuernos y que el no menos valiente capitán acababa de destruir a cañonazos. Comandante, la marea baja, y si usted no tiene cuidado habrá bajado del todo en un instante repitió el muchacho, y de un trago apuró lo que él llamaba la marea, de modo que su vaso quedó seco . ¡Cómo amo este vino de Francia!

En tierra hallaron algunos matorrales quemados poco antes. A las 6 de la tarde entraron mas adentro, hasta poner el navio defendido de todos vientos, y le amarraron con dos anclas. Habiendo dado fondo en marea alta en nueve brazas, luego se quedaron en solas tres brazas, aunque el fondo es bueno de barro blanco.

Las mareas corren con grande ímpetu á cinco ó seis millas por hora, medidas con la corredera. Observaron que en el plenilunio, la marea comienza á crecer á las siete y cuarto. Entre creciente y menguante, parece se lleva 12 y 3 cuartos de hora.

Pero yo, cuando hago el bien, lo hago contra viento y marea, y se lo meto en los hocicos a las personas tercas e inútiles que no saben hacer nada por ».

Su carrera no duró mucho, pues a las seis, hora en que comenzaba a oscurecer en el bosque y a bajar rápidamente la marea, encalló la chalupa en un banco de arena que había casi en medio del río. Cuantos esfuerzos hicieron para poner a flote la embarcación fueron inútiles. La baja marea los había dejado en medio de aquel banco, que parecía ser muy extenso.

En último caso, aprovechando la marea baja, podía ir avanzando por las rocas, nadar hasta la gruta del Izarra, y salir, como en la infancia salimos Recalde y yo; pero el viaje era peligroso, y, además, no me hacía ninguna gracia la perspectiva de entrar solo en aquel agujero. Lo mejor era tener paciencia. Mi madre habría dado parte de mi desaparición.

Palabra del Dia

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