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El tiempo mejoraba; la marea comenzaba a subir; las olas verdes y mansas iban cubriendo las rocas, y avanzaban cada vez más cerca de nosotros; el agua entraba por las aberturas de la proa del Stella Maris, se tendía por el plano inclinado de la cubierta y se retiraba con un suave murmullo.

En algunas de estas simas se sentía el viento, que movía las florecillas de la entrada; en otras se oía claramente el estrépito de las olas. Saltábamos de peña en peña, y solíamos avanzar hasta los peñascos más lejanos; pero cuando comenzaba a subir la marea teníamos que correr, huyendo de las olas, y a veces descalzarnos y meternos en el agua.

Eran a modo de una marea montante de huesos que subía y subía hasta alcanzar la cumbre de las más altas montañas y tocar las nubes. Jaime empezaba a ahogarse en esta inundación blanca, dura y crujiente. Gravitaban sobre su pecho con la pesadez de las cosas muertas... Iba a perecer.

Así es como se divide el trabajo en la gran naturaleza. En las costas peñascosas del Océano combatidas por las olas de la alta mar, se ven cantos y guijarros amontonados. En otras partes se extienden hasta donde alcanza la vista playas de arena fina, en las cuales las ondas de la marea se desarrollan en espumosas volutas.

A media marea se van descubriendo otros islotes; y finalmente en bajamar se queda en seco, por la parte del sur, un recinto que en pleamar parecia una gran bahia.

Salud inmejorable, una esposa modelo, hijos robustos, fama de sabio; hasta una cabeza privilegiada que no se marea con cien vasos de sidra! exclamaba el médico D. Nicolás, cuya envidia disimulada brotaba groseramente en estas ocasiones.

Aquí y allá se detenía junto á un charco de agua dejado por la marea, y se ponía á mirarse en él como si fuera un espejo. Reflejábase en el charco la imagen de la niñita con brillantes y negros rizos y la sonrisa de un duendecillo, á la que Perla, no teniendo otra compañera con quien jugar, invitaba á que la tomara de la mano y diese una carrera con ella.

Mientras tanto, el general y los suyos estaban en el comedor. Bebían abundantemente y consultaban mapas extendidos en el suelo. El pobre hombre había tenido que bajar á las cuevas en busca de los mejores vinos. Al anochecer se marcó un movimiento de flujo en aquella marea humana que cubría los campos hasta perderse de vista.

Esa es la verdad añadió Leto saltando del balandro a la escalera para dar la mano a Nieves, porque habiendo bajado bastante la marea, eran muchos y estaban muy resbaladizos los escalones descubiertos.

El temporal se resolvió, como ordinariamente, en lluvia fina y menuda que empezó a descender con pausa, tendiendo por la atmósfera un velo sutil y tremante, formado de hilos de agua, el cual amortiguaba aún más el brillo de la luz naciente y borraba los contornos de los objetos lejanos. La marea subía.