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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Cuando la marea sube, se ve un interminable cordon de navíos marítimos de todas las naciones, remontando el rio á remolque de pequeños vapores hasta llegar á los Diques de Lóndres, esos almacenes colosales de madera y piedra que guardan en su seno los tesoros del mundo comercial.
Cuando no teníamos mucho tiempo ni gran seguridad, avanzábamos sobre un banco de arena, en la marea alta, y en la baja, cuando se retiraba el agua, limpiábamos con una escoba de brezo lo que se podía.
El otro que les propone entrar con los actores por la otra puerta, es el joven médico U, que ha hecho muchas buenas curas; de él dicen tambien que promete... no está tan jorobado como Pelaez pero es más listo y más pillo todavía. Yo creo que á la misma Muerte le cuenta bolas y la marea. ¿Y ese señor moreno con bigotes como cerdas?
Puédese fácilmente fortificar el puerto, construyendo una bateria en la punta de piedras, que está al sud-oeste de la primera entrada en la costa del norte, porque aquí se estrecha la entrada, y pasa el canal á tiro de fusil de dicha punta: ni podrán los navios batir la fortaleza construida en este sitio, porque en bajando la marea, se quedarian encallados, pues toda la ensenada, fuera de la punta, se queda en bajamar con poca agua, y aun en el canal estrecho apenas llega á tres brazas.
A eso de media noche oí a través del lecho, a larga distancia, un chillido breve y agudo que en medio de tantas convulsiones resonó en mi alma como el grito de un amigo. Abrí la ventana y escuché. Era una bandada de patos que había levantado el vuelo al venir la marea alta y se dirigía a toda prisa hacia el río.
Luego que subió, prosiguieron hácia unas barrancas blancas, que se veian al sud-oeste; y tres cuartos de legua antes de llegar á ellas, y al parage donde en pleamar llegaba el agua, bajó otra vez la marea, y se quedaron en seco. Descalzáronse el piloto Varela y el Padre Cardiel, y por el barro y pozitos que dejó la bajamar, llegaron á la costa.
Algunas veces llegaba hasta el río, pero no ofrecía variantes el espectáculo: el agua amarillenta siempre estaba removida en sentido contrario a la corriente, por la marea que hasta aquella región alcanzaba; el aire cargado de humedad, saturado de las emanaciones de la brea, del cáñamo y de las tablas de pino.
Ricardito les dijo que el jurisconsulto me había despedido por abuso de confianza; «no lo aseguraba... así lo decían... algo habría de cierto; el dinero es pegajoso; no es difícil que al contarlo se le pasen a uno dos o tres monedas falsas, o, lo que es más fácil todavía, que le falten a uno cinco o... más duros». Pero Ricardo repetía que era yo persona honradísima, incapaz de faltar a la confianza que depositaran en mí; éramos condiscípulos, amigos, y él me defendería contra viento y marea.
Palabra del Dia
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