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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Dos columnas esbeltas de mármol blanco adosadas á la mampostería y un trozo de cornisa era todo lo que quedaba del más soberbio de los trofeos romanos; torre de treinta metros, con una estatua gigantesca de Augusto en su remate, que marcaba sobre los Alpes el límite entre las tierras del Imperio y las Galias conquistadas.
Creía ver a la muerte en persona, tal como los imagineros de la Edad Media la habían representado en los misales. Si me duermo pensaba , nadie vendrá a despertarme; me han dejado aquí para que me muera. Un gran reloj de Boule marcaba las horas sobre la chimenea. Los golpes secos del péndulo, la regularidad inflexible del movimiento, le crispaban los nervios: rogó a la condesa que parase el reloj.
Tenían la cara blanca, con una palidez mortal; los ojos agrandados por el miedo; agachábanse como si quisieran introducirse bajo la mesa. El aperador salió al patio. En medio de él, una bestia daba resoplidos, mirando a la luna, como si extrañase el verse en libertad. Junto a sus patas, yacía extendido algo blanco, que apenas si marcaba un pequeño bulto sobre el suelo.
Pero no; no dormía; veía la hora que marcaba su reloj, leía los nombres de las calles, a la claridad de las luces del gas, y reconocía las muestras de los establecimientos. ¿Qué había dicho? ¿Qué había hecho? ¿Qué conveniencias había violado? ¿Qué inconveniencia o qué majadería suya podía haber dado lugar a que le tratasen de aquel modo?
Teniendo hacia fuera el filo del sable, los hería con la punta en el cuello, buscando partir la yugular del primer golpe. ¡Tac!... ¡tac!... marcaba el capitán, evocando ante mi esta escena de horror.
Tengo deseos de correr a cuatro patas. Quisiera ser toro y que tú te pusieras delante de mí, estoque en mano. ¡Flojas cornadas ibas a llevarte! ¡Aquí... aquí! Y con los puños cerrados, a los que comunicaba su nerviosidad una nueva fuerza, marcaba terribles golpes en el busto del torero, cubierto sólo con una elástica de seda.
El termómetro lo confirma, Lorenzo; a las diez marcaba 39 grados. ¡Cómo estarán en Buenos Aires, ché, Melchor! Ya ves... y tú decías que es preferible vivir allá. Con todo, ché: los ventiladores... los baños... los helados... En cambio aquí refresca a las tardes, y las noches son siempre soportables, cuando menos. ¿Lloverá hoy? preguntó Ricardo.
La correa que le cruzaba pecho y espalda, uniéndose por ambos lados á la cintura, se hundía en el paño, como si detrás de su trama no encontrase la resistencia de un cuerpo. El rostro avanzaba con una agudeza de cuchillo bajo la visera de la gorra militar. Su epidermis, rugosa y macilenta en plena juventud, marcaba todas las aristas y oquedades del hueso.
Acabó por meterse en la habitación, pero dejando la puerta abierta... Un rectángulo de viva luz que se marcaba en el suelo y la pared de enfrente guiaría á Freya, indicándole el camino. Tampoco pudo mantener mucho tiempo esta señal.
Con arreglo a las referencias o a la nota enviada del escritorio, combinaba el nuevo vino con los diversos líquidos y después marcaba con clarión en las caras de los toneles el número de jarras que había que extraer de cada uno para formar la mixtura.
Palabra del Dia
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