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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Algunas sombrillas sutiles ó incoloras vivían en el estanque bajo el amparo de un segundo encierro de cristal, y apenas si su mucosa vaporosidad se marcaba dentro de la campana como una débil línea de humo azul.

Comieron, pero la joven creyó que estaban menos unidos después de la pérdida de este objeto, comprado el primer día de vida común. Lo miraba como un fetiche de su felicidad. También habían vendido sus ropas de invierno, aquel traje de gran gala adquirido en la calle de Toledo, que marcaba para Feli el momento más culminante de su bienestar.

Pero al contacto de Rafael, al ver en sus ojos aquella expresión amorosa que ahora se marcaba con más atrevimiento, reaparecía la mujer de antes y reía con la misma carcajada irónica que penetraba como acero en las carnes del joven. ¿Y qué de extraño tendría eso? preguntó audazmente Rafael, imitando la sonrisa burlona.

Usted es la única persona que le domina cuando se pone así... Salga a ver si le encuentra; yo se lo ruego». A esto replicó el buen farmacéutico que no podía repicar y andar en la procesión. Fuese la de Jáuregui desconsoladísima, con intento de ver al Sr. de Torquemada, faro luminoso que le marcaba el puerto en todas las borrascas de la vida.

Soy muy hombre, don Fernando, y por eso me deja indiferente ese pecado tonto en el que usted piensa y que sólo proporciona escándalos y quebraderos de cabeza... Otros pecados, no digo que no... Una sonrisa de malicia infantil arrugó sus mejillas morenas, en las que se marcaba la mancha azul de la recia barba.

La luz difusa del alba, daba un tono azulado a su tez morena; hacía brillar con reflejos de nácar la blancura de sus córneas y marcaba con huella profunda la sombra de sus ojeras. Por la parte de Jerez abríase el cielo con un desgarrón de luz violácea, que iba extendiéndose, y borrando en su seno las estrellas.

Y había que oír con qué ligero tono de desprecio marcaba aquello de ideólogo y lo de sabiduría adquirida en los libros y lo de vivir fuera de la realidad. Muy bien; así, así, le decían los compañeros de comisión, moviendo sus cabezas peinadas, lustrosas e indignadas contra todos los seres que quisieran vivir fuera de la realidad. Había que cantarles las verdades a los ideólogos.

Con el pie daba golpecitos en el suelo, apretaba en su mano con vivas contracciones el pañuelo y sus labios temblaban de modo casi imperceptible. Alrededor de los hermosos ojos árabes se marcaba un círculo más pálido que de costumbre. Aquel pugilato la interesaba. El conde de Onís había sido de sus novios el que más tiempo había durado.

Estaban triponcillos y desnudos; tenían hambre, y abrían, piando en coro, unas desmesuradas bocas amarillas: hoy están enteramente cubiertos de su plumaje pardo, saltan en la jaula, y ensayan sus primeros trinos. Ayer mi cuadrante marcaba el mediodía natural a las doce y tres minutos y hoy le marca a las doce y treinta y tres. Ha pasado un mes en que no he vivido.

Andaba Doña Paca lentamente, la vista fija en el suelo, abrumada, melancólica, como si la llevaran entre guardias civiles. La niña reía, charlando con Polidura. Detrás iba Juliana arreándolos a todos, y mandándoles que fueran de prisa por el camino que les marcaba.

Palabra del Dia

hociquea

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