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Conocíalo el labriego, y antes que echase la casa por la ventana, si bien allí no había casa ni ventana: No se enfade vuestra merced, señor portugués le dijo, que yo siempre seré vasallo de quien mande; sabido es que yo y los míos nunca descomponemos partido. ¿Pero quién es mi rey en esta tierra? Eu senhor Carlos V.

Miá , aunque me voy de la casa, no es que quiera mal a mis padres, y ya verás como dentro de poco tiempo ves venir un mozo de la estación cargado que se revienta con unos grandes paquetes; y ¿qué será? Pues refajos para mi madre y mis hermanas y un sombrero alto para mi padre. A ti puede que te mande también un par de pendientes.

Como nuestros asuntos están ahora por las cocinas, sentí yo no qué terror, yo no qué cuidado, y mandé á Casilda que dejase subir al cocinero del rey. Venía pálido, desencajado, desgreñados los escasos cabellos, y la primera palabra que me dijo, fué: Desde hace veinticuatro horas, no me suceden más que desgracias.

¿Y no correré yo ningún riesgo? No, si sois inocente como creo. ¿Y mandaréis buscar, señor, á mi mujer y á mi hija, y al dinero que me han robado? ; ... pero volvamos al principio. ¿Recordáis lo que os mandé? dijo el duque cambiando la conversación. Me han sucedido tantas desdichas, señor... que estoy aturdido. Pues yo recuerdo perfectamente lo que os mandé.

Amaneció el viento al OSO fresco, y fui á la Isla de Bordas á observar la latitud, que es de 40° 3'. A las doce y media mandé la mitad de la gente á bordo, por haber arreciado mucho el viento, y fué tanto que no pudo volver el bote en busca mia, ni de la demas gente. Siguió siempre el temporal, y me quedé en la isla esta noche, habiendo sido preciso á bordo dar fondo á la esperanza.

Al amanecer me hice á la vela con viento fresco ONO, y fuí fondear inmediato á Punta Rubia, á fin de abalizar la canal que hace entre esta y los bajos de afuera, á cuya diligencia mandé el piloto por hallarme yo enfermo, y no pudo poner mas que 4 balizas por la orilla en tierra firme, por ser en los bancos el suelo muy duro.

La comisión llama siempre Nao á La Santa María, fundada en varias razones de las que apuntamos alguna como justificación de ello; véanse aquí: Escribió el almirante Colón en una de sus memorias: «vine á la villa de Palos, que es puerto de mar, adonde armé yo tres navíos muy aptos para semejante fecho...» En el Diario extractado por el P. Las Casas distinguió entre estos navíos dos especies, como indican los siguientes párrafos: «Domingo 14 de Octubre: En amaneciendo mandé aderezar el batel de la «nao» y las barcas de las carabelas y fuí al luengo de la isla...»

Es imposible se oía decir en un lado. No hay plaza vacante. Pues créela usted. No lo consiente el presupuesto. Haga usted un cesante en tal parte. Es un empleado antiquísimo e inteligente. Mi recomendado es un consecuente liberal. Tiene siete hijos. Que los mande a una casa de Caridad. En fin, le complaceremos a usted. ¿Y de que procede esa cantidad que se reclama?

«Puede usted disponer de toda la ropa blanca murmuró . Mande usted por ella mañana. No quiero nada replicó Isidora, bebiéndose sus lágrimas de fuego, pálida, trémula. Y andando hacia la puerta tuvo una inspiración de drama; se volvió a él, le echó rodadas de desprecio por los ojos y le dijo: «Soy la vengadora de los licenciados de Cuba». Botín se sonreía como un demonio que ha ganado un alma.