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Actualizado: 19 de julio de 2025
Al fin repuso: Ya no sé si es malo ó bueno lo que estamos haciendo. Tú dices que es malo, y lo será. De lo que estoy seguro es de que si dejas de quererme iré para el infierno irremisiblemente... Y en último resultado, faltándome tu amor, el cielo y el infierno son iguales para mí... ¡Calla, calla! exclamó ella tapándole la boca con una de sus manos. ¡No digas blasfemias!
Sus ojos chispearon y clavando en el monstruo una mirada irritada le dijo: ¿Sabes que me está apeteciendo agarrarte por las piernas y batirte la cabeza contra ese árbol? ¡Prueba á hacerlo! replicó el minero llevando la mano al bolsillo. No lo hago porque siendo malo como eres tendría que pagarte por bueno... Sé que has hablado con Demetria ayer.
Es muy buen platillo; sólo el nombre tiene malo. Por lo que se ve, el cocinero de su majestad llamaba cuernos á los que en realidad sólo eran cuernos en leche; como si dijéramos, cuernos inferi por nacer ó no acabados de nacer.
Un perrillo microscópico y feísimo salió de entre unas mantas al lado de la chimenea y comenzó a ladrar, retirándose después gruñendo y tiritando. Diole a Margarita miedo el feo animalejo. ¡Parece un diablillo malo! decía. Estaba el salón medio a oscuras, los muebles sucios y revueltos, y veíanse prendas de vestir sobre algunas sillas.
En las cabezas de aquellos desdichados es donde mejor se puede estudiar hasta dónde llegó Velázquez en el estudio de la expresión: el Primo es grave y reflexivo, casi elegante; Morra tiene cara de malo; el bobo de Coria es tipo de idiota triste; el niño de Vallecas estúpidamente alegre; don Antonio el inglés, apoyado en aquel admirable mastín más simpático que él, parece una caricatura del orgullo; don Juan de Austria, antes que de bufón palaciego, tiene traza de pícaro escapado de los capítulos del Guzmán de Alfarache o de las jácaras de Quevedo.
¿Acaso es necesario semejante juramento entre nosotros? dijo ella en tono dolorido dirigiéndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y furiosa. Pero le dejó hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la frente de la muerta; ella la acarició diciendo entre sus sollozos: ¡Lo juro, mi querida! ¡Bien lo sabes tú, tú, que yo ignoraba todo y que jamás te he exigido nada malo!
Pero las necesidades de la concurrencia mercantil, el deseo de producir barato, aunque fuese malo, obligaba a apresurar el envejecimiento del vino, poniéndolo al sol para acelerar su evaporación.
¿Ha estado usted malo? ¡Quiá! ¿quién? ¿yo? ¡ni pensarlo! Pues qué, ¿tengo mala cara? Dígame usted con franqueza... ¿tengo mala cara?... Pálido... ¿tal vez? ¿pálido?... No, no, nada de eso. Pero... se me figura que está usted menos alegre, preocupado... qué sé yo.... Don Víctor suspiró otra vez. Tras una pausa preguntó, con tono quejumbroso: ¿Ha leído usted eso? ¿Qué es eso?
Marcelo Valdés, el mejor estudiante de la clase, el preferido de monsieur Jaccotot, se puso de pie y dijo, tartamudeando: Yo he sido, monsieur Jaccotot... No creía hacer nada malo... Le pido que me disculpe...
Aunque el Adelantado procuraba Guardar cuanto podia la justicia, Y al malo con presteza castigaba, Se veia que pecaba de malicia: Con todo en gran manera le cegaba Al tiempo el menester, mas su codicia; Por donde vimos todos claramente, Que estaba muy malquisto entre la gente.
Palabra del Dia
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