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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Lo mismo era aproximarse Osuna, que ya estaba la casta jamona sofocada, inquieta, un color se le iba y otro se le venía. Pero era tal la vergüenza que sentía, que no hubiera declarado a su mismo padre las insinuaciones del sucio contrahecho. ¡Qué diferencia entre este indecente y el sereno, majestuoso y romántico D. Juan Casanova!
El célebre teatro de la Scala, donde oí á nuestro compatriota Echebarria en la ópera El Profeta, es majestuoso en el interior, sin llegar, como ninguno de los que he visto en todos mis viajes, á la grandeza de nuestro coliseo de Oriente.
Y llegaron Ana y el obispo-madre al trascoro al mismo tiempo que De Pas subía con majestuoso paso al púlpito, donde Ripamilán cantara al comenzar el día el Evangelio de San Lucas. Buscaron sitio al pie del altar de la Concepción. Desde aquí se ve perfectamente dijo doña Petronila.
Tardó bastante el capellán en dormirse. Recapacitaba en sus terrores y concedía su ridiculez; prometíase vencer aquella pusilanimidad suya; pero duraba aún el desasosiego: la impulsión estaba comunicada y almacenada en sinuosidades cerebrales muy hondas. Apenas le otorgó sus favores el sueño, vino con él una legión de pesadillas a cual más negra y opresora. Empezó a soñar con los Pazos, con el gran caserón; mas, por extraña anomalía propia del estado, cuyo fundamento son siempre nociones de lo real, pero barajadas, desquiciadas y revueltas merced al anárquico influjo de la imaginación, no veía la huronera tal cual la había visto siempre, con su vasta mole cuadrilonga, sus espaciosos salones, su ancho portalón inofensivo, su aspecto amazacotado, conventual, de construcción del siglo XVIII; sino que, sin dejar de ser la misma, había mudado de forma; el huerto con bojes y estanque era ahora ancho y profundo foso; las macizas murallas se poblaban de saeteras, se coronaban de almenas; el portalón se volvía puente levadizo, con cadenas rechinantes; en suma: era un castillote feudal hecho y derecho, sin que le faltase ni el romántico aditamento del pendón de los Moscosos flotando en la torre del homenaje; indudablemente, Julián había visto alguna pintura o leído alguna medrosa descripción de esos espantajos del pasado que nuestro siglo restaura con tanto cariño. Lo único que en el castillo recordaba los Pazos actuales era el majestuoso escudo de armas; pero aun en este mismo existía diferencia notable, pues Julián distinguía claramente que se habían animado los emblemas de piedra, y el pino era un árbol verde en cuya copa gemía el viento, y los dos lobos rapantes movían las cabezas exhalando aullidos lúgubres. Miraba Julián fascinado hacia lo alto de la torre, cuando vio en ella alarmante figurón: un caballero con visera calada, todo cubierto de hierro; y aunque ni un dedo de la mano se le descubría, con el don adivinatorio que se adquiere soñando, Julián percibía al través de la celada la cara de don Pedro. Furioso, amenazador, enarbolaba don Pedro un arma extraña, una bota de acero, que se disponía a dejar caer sobre la cabeza del capellán.
No es una majestad ingénua, bíblica, inocente; no es esa majestad sencilla y candorosa que saca su encanto del espíritu; no es una majestad cristiana; es una majestad poderosa, esplendente, fantástica, agorera; una majestad que saca su encanto de la forma; una majestad del arte pagano; pero indudablemente estas formas tienen algo imponente, majestuoso y grande.
Salgamos de este mal paso lo más correctamente que sea posible." Al llegar Mauricio á la verja, se abrió el postigo y la señorita Guichard, muy amable, dijo: Entre usted. Le encuentro con mejor salud que la primera vez, por lo que me felicito. Y yo se lo agradezco á usted, porque á sus buenos cuidados lo debo, señora.... Llámeme usted "señorita" dijo Clementina con aire majestuoso.
Elena se echó a reír y, por primera vez, oí su risa franca y joven, que me la reveló como capaz de alegría y de divertirse un poco. ¡Viuda! ¡Novia!... ¿Tengo un aspecto tan majestuoso? ¿No le gustaría a usted estar ya prometida? ¡Oh! no exclamó; sería ridículo. Y añadió con un candor deplorable: Mejor podría usted ser mi padre, ¿verdad?
Las olas blancas de la niebla ruedan por la superficie de aquel mar, no con la regularidad de las líquidas, sino con majestuoso desorden en que se pierde la mirada. Aquí se las ve hervir, hincharse en trombas de humo y desparramarse después en copos como la nieve y desaparecer en el espacio; allá se abren como valles llenos de sombras.
Pero allí estábamos sobre el mar, emblema majestuoso de la humana vida.
La encontré en un concierto de beneficencia, donde cantó magistralmente unos aires húngaros, acompañada por Maraeksy y me quedé encantado por su belleza y por su aire majestuoso. En medio de las señoras del gran mundo que en el estrado prestaban su concurso á la función, Lea parecía una reina.
Palabra del Dia
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