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Más de mil pechos jadeaban oprimidos por la emoción; el interés hacía respirar á todos con dificultad. Nadie apartaba sus ojos del tribuno, que parecía haber crecido repentinamente. Al fin, después de una larga pausa dramática, su voz resonó en el majestuoso silencio.

Por la mañana admiraron su gracia, elegancia y distinción; a mediodía declararon que tenían el andar preciso y majestuoso de las jóvenes diosas, y por la noche, lanzaron un grito unánime sobre la ideal perfección de sus hombros. La partida había sido ganada.

La muerte aún no estaba allí: únicamente por entre el suave perfume de aquella carne soberana, de aquel lecho majestuoso, parecía deslizarse un vaho sutil y lejano de materia muerta, algo que delataba la interior descomposición que se mezclaba en sus besos. Luis adivinó la presencia de alguien detrás de él.

Y después de depositar otro beso, por propia iniciativa, en la frente de Ana, salió de la alcoba con la palmatoria en la diestra mano; con la izquierda levantó el cortinaje granate; volviose, saludó a su esposa con una sonrisa, y con majestuoso paso, no obstante calzar bordadas zapatillas, se restituyó a su habitación que estaba al otro extremo del caserón de los Ozores.

El palacio de Catalina Cornaro es hoy oficina del Monte de Piedad ... es un gallardo y majestuoso edificio, que, como todos los del Gran Canal, costó millones; fué animadísimo teatro de bailes, reuniones y aventuras; hoy ... recuerdo triste de un pueblo que fué nacion, y al presente provincia de Austria.

Isidro, que al principio buscaba la tapia con los ojos, como si viese en su proximidad una esperanza, avanzaba ahora audazmente, temblándole las piernas, pero conquistado el ánimo por el majestuoso silencio. En aquella paz era imposible que los hombres matasen a sus semejantes. El Mosco, que conocía todas las madrigueras de El Pardo, se detuvo junto a una gran encina.

Tus huesos reposarán bajo la tierra, disolveránse al transcurso de los siglos, y yo existiré aún, majestuoso, indiferente, equilibrada la grande vida que me armoniza á la vida de los mundos lejanos

El duque de Alba cogió la brida del caballo de su monarca. «Señor: que vuestra vida vale más que el triunfo.» Y el Emperador, serenándose, volvía al fin sobre sus pasos, y con un gesto de agradecimiento majestuoso se quitaba la cadena de oro pendiente de su cuello, para colocarla sobre los hombros de Febrer.

Hasta ahora las artes no han sabido apoderarse de esas maravillas que tanto las hubieran auxiliado. La magnífica estatua de la Naturaleza que se eleva á la puerta del Jardín de Plantas, de París, debiera estar rodeada de tales atributos. Aquella estatua había de figurar con el cortejo triunfal que nunca la abandona, era preciso realzar con todos sus dones el majestuoso trono do se sienta.

A Dolorcitas la trataba secamente, no por ser su hijastra y no su hija, sino porque consideraba que ése era su papel de hombre de negocios. Aquel solemne y majestuoso idiota creía que, para ser marido y padre a la inglesa, tenía que mostrarse frío con su mujer y su hija. Esa tendencia anglómana que se ha desarrollado en algunos pueblos andaluces, no me resulta.