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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Mi tío pedía a gritos un médico, el vinagre y los sinapismos; y mientras éstos se aplicaban abundantemente en las piernas ciclópeas de la señora, don Benito y yo corríamos en busca de todos los médicos del barrio. Las señoras de la vecindad, algunas de las cuales eran de la relación de la familia, concurrieron inmediatamente al conocer la desesperación de mi tío.
Mientras subsistan sus causas, la enfermedad no se curará radicalmente, y le hará a usted padecer cruelmente toda la vida, y al cabo concluirá con ella demasiado pronto... Hábleme usted con franqueza... Nosotros, los médicos, somos los confesores de los hombres que no creen en la confesión... ¿Es usted casado, o soltero? Soltero. Pero usted tiene una mujer que le ama demasiado...
Los médicos se apoderan de la muñeca que les tiende el vizconde, un poco pálido, y, a fuerza de apretársela, hacen salir una gotita de sangre de la herida. El duelo ha terminado, caballeros, puesto que uno de los adversarios se encuentra en condiciones de inferioridad.
¿Ha estado en cama muchos días?... Anteayer se levantó, don Melchor; pero los ha tenido medio afligidos porque los médicos decían que por su edad que había que tener cuidado. Y diga, amigo le preguntó Baldomero, ¿ya está bien el viejo?
De igual modo la exaltación, que da origen en algunas ocasiones á actos de valor y heroísmo y á rasgos felices en el orden espiritual, no indica, según los médicos, un sistema de nervios vigoroso, sino débil y enfermo. El autor que escribe largo debe comprender que todo lo que gane en extensión su obra lo perderá en intensidad, y que no hay asunto que no pueda y deba desarrollarse con medida.
Porque todos «ésos» son iguales; mercaderes de la peor especie que en la mayoría de los casos venden enfermedades a sanos y no salud a enfermos... traficantes que toman a un hombre como el viejo y lo atan a la cama para sacarles el jugo. Yo no niego que haya médicos de esa índole; pero son la excepción... Moreno es un hombre digno y serio.
A lo que él respondió: -No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos.
Y corriendo de aquí para allí, subió escaleras, y tocó campanillas, y abrió puertas sin reposar un instante, hasta que hubo juntado siete ú ocho médicos, y les llevó á su casa. Era preciso salvar á Celinina.
Considerando detenidamente la construcción moral de un gran pueblo, se puede observar que lo que se llama profesiones conocidas o carreras no es lo que sostiene la gran muchedumbre: descártense los abogados y los médicos, cuyo oficio es vivir de los disparates y excesos de los demás; los curas, que fundan su vida temporal sobre la espiritual de los fieles; los militares, que venden la suya con la expresa condición de matar a los otros; los comerciantes, que reducen hasta los sentimientos y pasiones a valores de bolsa; los nacidos propietarios, que viven de heredar; los artistas, únicos que dan trabajo por dinero, etc., y todavía quedará una multitud inmensa que no existirá de ninguna de esas cosas y que sin embargo existirá: su número en los pueblos grandes es crecido, y esta clase de gentes no pudieran sentar sus reales en ninguna otra parte; necesitan el ruido y el movimiento, y viven, como el pobre del Evangelio, de las migajas que caen de la mesa del rico.
Al entrar en la habitación del torero, éste, que parecía sumido en el limbo de su debilidad, abrió los ojos y le reconoció, animándose con una sonrisa de confianza. Ruiz, luego de escuchar en un rincón los susurros de los médicos que habían hecho la primera cura, se aproximó al enfermo con aire resuelto. ¡Animo, buen mozo, que de ésta no acabas! ¡Tienes una suerte!...
Palabra del Dia
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