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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Repetidos ataques de este género tuvo el P. Enrique, siempre en la soledad de su estancia. El Padre tenía algunos conocimientos médicos, y él mismo se curaba con auxilio de su criado. Ya se hacía poner sinapismos, ya dar fuertes fricciones, ya se aplicaba a la nariz cierta hierba, por cuya virtud provocaba una ligera emisión de sangre, ya se cubría la cabeza con un lienzo mojado en agua fría.
Frígilis, sereno, por dignidad, pero temiendo una casualidad, la de que Mesía tuviera valor para disparar y, por casualidad también, herir a Víctor, Frígilis apretó la mano a Quintanar al dejarle en su puesto de honor. Y se separaron testigos y médicos a buena distancia, porque todos temían una bala perdida. Don Álvaro pensó en Dios sin querer.
Apénas llegó á la posada, le acometió una ligera enfermedad originada del cansancio; y como llevaba al dedo un enorme diamante, y habian advertido en su coche una caxa muy pesada, al punto se le acercáron dos doctores médicos que no habia mandado llamar, varios íntimos amigos que no se apartaban de él, y dos devotas mugeres que le hacian caldos.
Desasosegueme, y acabé al fin por sentir un amor tan extraño, que yo no podía darme cuenta de lo que sentía; y acometiome una dolencia que no entendían los médicos, pero que, harto de prisa iba desmejorándome y acabándome.
Un certificado de los médicos bastaba para acreditar su inutilidad momentánea, y el apoderado se pondría de acuerdo con los empresarios de las plazas para resolver las contratas pendientes, enviando un matador de los que empiezan, el cual sustituiría a Gallardo por una modesta cantidad. Aún ganarían dinero con este arreglo.
Hahnemann tiene títulos incontestables al reconocimiento de todos los médicos, preciso es confesarlo con franqueza, sea cual quiera la escuela á que pertenezcan.
Cristina dispuso la comida y Fernando comió mejor que los días anteriores. Después dijo, «tengo sueño», y los médicos salieron para dejarle descansar. Era costumbre en él, durante los últimos tiempos de su enfermedad, dormir una breve siesta. Aquel día, Cristina, quedose con él en la estancia y se sentó al lado del lecho real.
Llevaba impreso sobre su hermosa frente ese signo de melancolía que demuestra que una mujer no es dichosa. Es un atractivo que pocos hombres resisten. Los más atrevidos temen ofrecerse a la que parece no carecer de nada, pero la tristeza enardece a los tímidos. No faltaban, ciertamente, médicos a aquella alma afligida.
Pero podemos concluir de todo lo espuesto, que quizá los médicos descuidan algo este medicamento. Nosotros mismos nos hemos dirigido esta inculpacion por los estudios especiales á que hemos debido dedicarnos, felicitándonos despues por haber recurrido tantas veces á él, en atencion á los datos que acabamos de esponer.
Los médicos de Madrid pedían a Felipe IV que se dejara la basura en las calles, «porque siendo muy sutil el aire de la ciudad, ocasionaría grandes estragos si no se impregnaba del vaho de las inmundicias». Y un siglo después, un teólogo famoso de Sevilla retaba en un acto público a que discutiesen con él esta tesis: «Más queremos errar con San Clemente, San Basilio y San Agustín, que acertar con Descartes y Newton.»
Palabra del Dia
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