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Actualizado: 4 de mayo de 2025
La coloquíntida ha sido conocida en medicina en todos tiempos. El abuso que de la misma se hizo, condujo á algunos médicos á proscribirla; las enormes dósis á que se la administra provocan efectos que la han hecho entrar en el número de los purgantes drásticos, sin permitirla desenvolver los síntomas especiales que la hacen recomendable en varias afecciones nerviosas y de otra índole.
Se la ha visto despertar afecciones simpáticas latentes, suscitar neuralgias, provocar congestiones, y desarrollar rubicundeces en la piel; y esta consideracion la ha valido, en concepto de algunos médicos, el que se la deba contar entre los medicamentos aptos para combatir las enfermedades crónicas y los herpes aun bajo sus formas mas degeneradas.
Por este modo de sofisma se desacreditan la kina, los eméticos, las sangrias, y otros remedios de suyo saludables y utilísimos quando se manejan por Médicos sabios, que tienen por guia á la naturaleza; y que solo por accidente ha acontecido empeorarse los enfermos despues de su legítimo y prudente uso.
Y, por otra parte, no puedo casarme llevando en el corazón una duda insultante contra la que va a ser mi mujer. Elena al Padre Jalavieux. Estoy todavía temblando de miedo, mi buen señor cura. Mi pobre padre ha estado muy enfermo durante dos días y dos noches, y yo he pasado terribles angustias. La gota iba subiendo y los médicos no ocultaban el peligro.
Le habían visto una infinidad de médicos y había tomado más medicamentos que puede llevar un carro. Pues bien, a él se le antojó que mientras no se dispusiese a bien morir no sanaría.
Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto.
Cierto, cierto, Isidorito. Los médicos no entienden absolutamente una palabra. Si yo pudiese meter en frascos otra vez las medicinas que he tomado, podía muy bien abrir botica.
Citaremos por último á título de curiosidad, como médicos «especialistas» para que se vea que no es nueva la distinción que hacemos hoy de ellos, á Maestre Fernando cirujano de la Ciudad que reclamaba en 1459 que le pagasen su salario por los servicios que prestaba á la misma, entre ellos, el de ir á la guerra .
Sus catarros conmovían el silencio del templo; se agrandaban con el eco de las naves, como si en la sombra ladraran perros monstruosos. No sé los años que arrastro esta carraspera decía el viejo . Es un regalo de la catedral. Los médicos me dicen que abandone este empleo; pero lo que yo contestó: ¿quién me mantiene? Usted, compañero, ha entrado en la buena época.
Hoffmann había llegado á tiempo, en la época de la Regencia, después de la orgía de los placeres y de la orgía de los medicamentos con que se agravaba á la primera. Aquel sabio dijo: «Huíd de los médicos: sed sobrios y no bebáis más que agua.» Fué una reforma moral.
Palabra del Dia
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