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Pasados algunos días, noté en él una grande exaltación, casi un delirio, y esto me causaba una inquietud profunda; tres meses de lucha continua, presa de una fiebre ardiente, y que agravaba de día en día el clima y los ardores del sol abrasador de Nápoles, eran más que suficientes para abrasar su sangre e inflamar su cerebro.

La más triste cosa del mundo era para la madre aquel pavo con patas de alambre clavadas en tablilla de barro, y que en sus frecuentes cambios de postura había perdido el pico y el moco. Pero si era aflictiva la situación de espíritu de la madre, éralo mucho más la del padre. Aquélla estaba traspasada de dolor; en éste, el dolor se agravaba con un remordimiento agudísimo.

Una fecundidad desesperante agravaba esta pobreza. La mujer, flácida, triste y con grandes ojos amarillentos, presentaba todos los años un chiquitín agarrado a sus ubres desmayadas.

Esto se agravaba cuando por exceso en las comidas o por malas condiciones de esta, el trabajo digestivo del estómago de la pobre niña era superior a sus escasas fuerzas. Aquel jueves doña Tula dio de comer espléndidamente a sus amiguitas.

El contraste de los dos deberes que pesaban sobre su conciencia, el de vengar a la muerta, insistiendo en la acusación, y el de respetar su memoria callándose, debía haberse borrado al anunciarse la confesión de la reo; pero lejos de eso, en aquel mismo punto se agravaba.

Lo peor para la familia fue que con estos alifafes enojosos no se atenuaba el absolutismo gobernante de la tirana, sino que se agravaba. Antonio le proponía sacarla a paseo, y ella a paseo le mandaba con cien mil pares de demonios. Hízose displicente, y también mal hablada, grosera, insoportable.

De allí deducía Ferpierre que esos dos seres se habían unido sin la menor delicadeza de sentimientos, por mero impulso instintivo, solamente por el ansia del placer, y de tan indigna unión podía haber germinado el delito. La confesión de sus relaciones hecha por la joven y confirmada por el Príncipe, ¿agravaba realmente, o mejoraba las condiciones de uno y otro?

Delante de todas las cosas bellas creía verla. A veces sentía un vuelco en el corazón, al ver en la calle alguna persona que tenía con ella una lejana semejanza. Pero cuando pasaban estas ilusiones su dolor se agravaba. El terror de sus noches eran los sueños, durante los cuales creía haberla perdido ya, jamás volver a verla.

Y lo que agravaba más esta situación era la incertidumbre, la espera del acontecimiento temido y todavía invisible, la angustia por el peligro que nunca acaba de llegar. La Historia se extendía desbordada fuera de sus cauces, sucediéndose los hechos como los oleajes de una inundación.

D. Alonso consiguió que Marcial fuese también trasladado, en atención a que su mucha edad le agravaba considerablemente, y a me hizo el encargo de acompañarles como paje o enfermero, ordenándome que no me apartase ni un instante de su lado, hasta que no les dejase en Cádiz o en Vejer en poder de su familia.