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Actualizado: 16 de junio de 2025
Echáronse todos encima con grande furia y él comenzó a soltar a diestro y siniestro enormes desvergüenzas, mientras Currita, con altivez de reina ofendida, llamaba a Fritz el lacayo y dábale orden de ir al punto a Loyola para anunciar al superior que la señora condesa de Albornoz iría de dos y media a tres a visitar la casa y el Santuario.
Meses después, Carlos Ohando entró en San Ignacio de Loyola; el Cacho estuvo en el hospital, en donde le cortaron una pierna, y luego fué enviado a un presidio francés; y Catalina, con su hijo, marchó a Zaro a vivir al lado de la Ignacia y de Bautista. Zaro es un pueblo pequeño, muy pequeño, asentado sobre una colina.
Martin Garcìa Loyola, caballero Era del hábito de Calatraba, Discreto, afable, sábio, compañero: En cosas de justicia se mostraba Con grande rectitud muy justiciero; De remiso ninguno le notaba, Porque, de mas de ser sabio y prudente, Es vivo como azogue y diligente.
Doña Beatriz la Coya en esto ha ido A Lima, dó se halla gran Señora, Por haber el bautismo recibido: Bien muestra ser del Inca sucesora. Al muy sábio Loyola por marido Le cupo, de quien es merecedora. Doña Luisa estaba cerca de ella, De Ulloa compañera, clara estrella.
Mientras tanto, procuraba la marquesa sosegar a Diógenes, diciéndole que había mandado a toda prisa a Loyola por un padre jesuita, que debía de llegar de un momento a otro. Diógenes exclamó: Con ellos me eduqué... Pero no lo digo nunca... ¡Los deshonro!...
Hablaba sencillamente, como si no hubiese ocurrido nada de extraordinario desde la última vez que se habían visto. Cristina y la niña le acompañaban en los ejercicios. Muchas familias de lo mejor de Bilbao estaban en Loyola con el mismo fin: las señoras en el hotel: los hombres en las celdas del monasterio. Ya llevaba allí seis días y le faltaban cuatro. ¿Y estás bien? ¿Te gusta esta vida?
Era un sacerdote, un hijo de Ignacio de Loyola, el que había pronunciado tan consoladoras palabras. El conde de Chinchón se inclinó ante el jesuíta. Este continuó: Quiero ver a la virreina, tenga vuecencia fe, y Dios hará el resto. El virrey condujo al sacerdote al lecho de la moribunda.
En seguida se ofrecen a nuestra memoria Colón, Vasco de Gama, Magallanes, Vives, Suárez, Victoria y Domingo de Soto, Ignacio de Loyola y Lutero, Rafael y Miguel Ángel, Ariosto, Camoens y Shakespeare, Galileo, Baccon y Copérnico, y otro centenar de varones extraordinarios, en toda clase de obras propias del ingenio y del entendimiento humanos y para todos los gustos, creencias y doctrinas.
Hizo entonces el otro jesuita que el padre Mateu se volviese a Loyola antes que cerrase la noche, acompañándole don Federico en el coche que esperaba, y los dos ancianos, los dos moribundos, separáronse sin pesar, como dos amigos que en el dintel de un palacio en que han de entrar por puertas distintas se estrechan la mano diciéndose: ¡Hasta luego!...
El doctor pasó la noche en un cuarto de paredes enjalbegadas cubiertas de estampas de santos, y con un crucifijo sobre la cama. La hospedería era como una antesala del convento. A las seis de la mañana salió del pueblo, siguiendo el camino recto que atravesaba con geométrica rigidez el valle de Loyola.
Palabra del Dia
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