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No, señor replicó la víctima algún tanto ofendida . Lo que pensaron fue llevarse un brillante de quinientos duros que traía en ella, y se lo llevaron en efecto... Decían luego que fue un pillete de la estación, pero a no me quita nadie de la cabeza que fue el cura Santa Cruz... Como que esto era en mitad del túnel, a oscuras, y en la pared de enfrente vi yo la sombra del sombrero de teja...

Y esa fué la razón por la cual, hace ya bastante tiempo, en ese reino más allá de la mar un soplo descendió de una nube, y heló a mi bella Annabel Lee; de suerte que sus padres vinieron y se la llevaron lejos de para encerrarla en un sepulcro, en ese reino más allá de la mar.

A las seis de la mañana del dia siguiente, empezamos á marchar, y á las siete los envestimos: duró la batalla hasta las diez, que huyeron precipitadamente á meterse en Froemidiere, pueblo que habian fortificado, cuatro leguas de allí, quedando muertos 2,000, cuyas cabezas llevaron los Yapirús.

Después comenzaron a usar y a abusar de los copiosos medios de aseo que allí existían; sumergieron ambos las manos en la jofaina, que trasvertía de agua clarísima; apoderáronse de una magnífica pastilla de jabón de almendras, y en pocos minutos, a fuerza de sobarse con ella, la redujeron casi una tercera parte; tomaron las esponjas, las empaparon en el agua del jarro y se las pasaron repetidas veces por el rostro y la cabeza; no contentos con esto, llevaron sus manos sacrílegas al tarro de la pomada, al frasco del aceite y a los pomos de las esencias, adobándose y perfumándose con todo ello sin duelo alguno; no satisfechos aún, osaron coger la misma borla de los polvos de arroz que servía a la pulcrísima sultana para ocultar ciertas rosetas importunas que la erisipela había hecho nacer en su rostro, y se embadurnaron con ella en medio de groseras carcajadas; después llevaron todavía su audacia a usar de un frasco de colorete, pintándose los labios, las narices y hasta las orejas, como cerdos inmundos que eran; después tornaron a lavarse con la esponja y a secarse con las inmaculadas toallas colgadas de entrambos lados del tocador; finalmente, se lavaron los dientes y las muelas esmeradísimamente con los cepillos que para este efecto allí estaban, frotándolos primero en una cajita de polvos dentífricos.

Animóle a esto haber visto que de la refriega de los galeotes se había escapado libre la despensa que sobre su asno venía, cosa que la juzgó a milagro, según fue lo que llevaron y buscaron los galeotes. Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba.

Verdad que se llevaron gran parte la empresa del gas, el alquiler del teatro, los empleados... pero a los pobres les llegó su pedazo de pan.... O si no, hija mía, lee la estadística... o si no, hija mía, lee la estadística. Florentina se reía, y no hallando mejor contestación que repetir una frase de Teodoro Golfín, dijo a su padre: Cada uno tiene su modo de gastar alfileres.

III, cap. 4.º, pág. 264. Esta capilla es hoy sala capitular, aunque abandonada. El laborioso anticuario D. Luis Ramirez y de las Casas-Deza en su Indicador cordobés asegura que fué la primera que se labró en la iglesia restaurada escogiéndola para el santo rey, y añade que en ella se conservaron por mucho tiempo escudos y banderas de los que se llevaron en la toma de la ciudad por S. Fernando.

Entonces dijo a los Judíos: He aquí vuestro Rey. 15 Pero ellos dieron voces: Quita, quita, cuélguenle de un madero. Les dice Pilato: ¿A vuestro Rey he de colgar de un madero? Respondieron los sumo sacerdotes: No tenemos rey sino a César. 16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese colgado de un madero. Y tomaron a Jesús, y le llevaron.

Y ocurrió entonces que, al divulgarse el fallecimiento, se hizo público un documento que había escrito y firmado de su puño don Rodrigo el día después de haber dado muerte al de Teba, en el cual confesaba ser falsa la suposición de haber sido llamado á engaño á casa del Asistente, documento que él mismo ordenó que no se diese á conocer hasta ocurrir su muerte, y en el cual se decía: «Yo D. Rodrigo de Zárate, por descargo de mi conciencia, digo: Que aunque en la confesión que se me tomó dije, que el conde de Palma y otras personas me llevaron engañosamente á matarme, con título de amistad entre y el conde de Teba, y yo vine á ello.

Una tarde, los amigos que me acompañaban en mis paseos me enseñaron la casa de Thiers, el gran historiador, y también me llevaron al café donde, por invierno, solía ir a tomarse su copa de cerveza Paul de Kock. ¿El de las novelas para reír? Tiene gracia; pero sus indecencias y porquerías me fastidian. También vi la zapatería donde le hacían las botas a Octavio Feuillet.