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Cuando llamé a la puerta estaba más muerto que vivo. Salió Matilde a la cancela, y al verme se puso hecha una hiena: «¿Qué vienes a hacer aquí? ¡Márchate! ¡Vete ahora mismoCreí que el mundo caía sobre ... No cómo pude salir del portal, ni cómo he llegado hasta aquí... ¿Y no es más que eso?... Pues se apura usted por bien poco.

Eché calle arriba, y llamé a la puerta de la Casa de Estudios. Así solía decir el dómine. No gustaba de que su establecimiento fuese equiparado ni con la Escuela del Cura ni con la Escuela Nacional. Un chico abrió la puerta. Un muchacho jetudo, de cabello erizado y ojos lacrimonos. Había tormenta.

Por la última, seis rejas más allá. Pues vendré á las doce. Venid; pero no os abriré el postigo; bajaré á hablar. Bien, muy bien; me basta. Pues quedáos con Dios, que temo que mi señora me llame. Ve con Dios, y no te olvides de mi cita. No lo olvidaré; á las doce, por la última reja del lado de allá; ésta es la primera. Hasta luego. Hasta luego. La reja se cerró.

Mi amo miró al mar, a las lanchas, a los hombres que, desesperados y ciegos, se lanzaban a ellas; y yo busqué con ansiosos ojos a Marcial, y le llamé con toda la fuerza de mis pulmones. Entonces paréceme que perdí la sensación de lo que ocurría, me aturdí, se nublaron mis ojos y no lo que pasó.

No es nada contestó . ¿Querrás traerme un poco de aguaAl punto llamé a mi amo. «¿Qué es eso, la herida de la mano? preguntó éste examinando al joven. No, es algo más», repuso D. Rafael con tristeza, y señaló a su costado derecho cerca de la cintura.

Cubre así a veces la cancerosa llaga de una princesa el peplo de lino recamado de rubíes. ¡El descanso, al fin! prorrumpió mi esposa sollozando. El cementerio es el descanso. , Rosalinda de mi vida. Porque había llegado el momento de que Nanela se llamase «Rosalinda», yo la llamaba «Rosalinda»... Después la llamé, ¡y siempre tan acertadamente!

Me dirigí rápidamente al punto donde me esperaba Sarto, y en el momento de tocar la orilla un penetrante silbido detrás de , al lado opuesto del foso. ¡Eh, Máximo! gritó una voz. Llamé a Sarto por lo bajo, cayó la cuerda en el bote y con ella até el cadáver. Después salté a la orilla.

¿Llevó mucho equipaje?... Me dijo que pensaba detenerse varios días. , señora; llevó un mundo y dos maletas. Yo mismo las hice. ¿Y fue por fin solo?... Me dijo que quizá tendría que acompañar a unas señoras francesas... Quedóse Damián muy parado y tornó a encogerse de hombros. Demetrio le acompañó a la estación... Yo me quedé en casa. Llame usted a Demetrio... Me interesa saberlo.

A pesar de lo dicho, se justifica el que yo llame Don al Sr. de Figueredo, porque, como al fin se casó con Rafaela que era española, y esta dio en llamarle mi D. Joaquín, todos los amigos y conocidos, y llegó a tener enjambres de ellos, aunque le suprimieron el mi, le dejaron el Don, y él acabó por ser universalmente donificado. Pero no adelantemos los sucesos.

Ahora vivo aquí, en casa de estas señoras que nos han ofrecido á y á Clara un asilo. Sólo por usted, señor don Elías dijo Salomé. Ya lo ; sólo por contestó el viejo. Pero yo continuó dirigiéndose á Lázaro, si te llamé estando en la otra casa, ahora no me atrevo á darte hospitalidad porque.... Señor don Elías dijo Paz, de lo de arriba puede usted disponer á su antojo.