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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Beatriz e Inés volvieron a entrar en la habitación y se sentaron junto al brasero, una enfrente de otra. ¡Qué precipitación de viaje! dijo doña Beatriz sencillamente. ¿Estará enfermo Paco? exclamó Inesita . Tal vez llame porque esté enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir. No lo creas, Inés contestó doña Beatriz . Braulio no sabe ocultarme nada.

El Mare nostrum no sufrirá desgracia. Si le cambiasen el título... tal vez. Pero mientras se llame así, ¿cómo puede ocurrirle nada malo?... Sonriendo ante esta fe, empleó Ferragut su último argumento. Toda la tripulación iba á componerse de franceses: ¿cómo se entendería con ellos si ignoraba su idioma?... Yo lo todo afirmó el viejo soberbiamente.

La dejo a usted. Llame usted a la camarera, si necesita algo; aquí todas hablan su poco de español. Hasta luego contestó mecánicamente ella.

, señor, ahora mismo voy yo a la imprenta y con la mayor energía que permite la ley, la pícara ley de imprenta, redactaré allí mismo un suelto convocando a los liberales, amigos de la justicia, etc., etc.... Descuide usted, señor Foja. Llame usted al suelto: Entierro civil. , señor; así lo haré. Con letras grandes. Como puños, ya verá usted.

No estoy enteramente de acuerdo con esa opinión; pero no discutamos... Tiene usted un modo de apreciar las cuestiones demasiado..., demasiado prosaico, por no emplear otro calificativo... Se preocupa usted mucho de los duros... ¿Y uté les ezcupe, compare? Voy a suplicarle a usted un favor..., y es que no me llame usted compadre.

Ahí tiene usted explicado lo efímero del imperio de Maximiliano. Luego, pasando a la cuestión religiosa, decía sereno y reposado: Amigo, amigo don Crisanto: entiendo que la Iglesia no patrocina ni monarquías ni repúblicas. Para ella, cualquiera forma de gobierno es buena... ¡cuándo es buena! Poco le importa que el jefe de un Estado se llame rey o presidente o emperador.

Permaneced a su lado hasta que yo os llame. Diré que ya ha partido. Dejadme hacer; fiad en . Vuestros enemigos se marcharán del castillo sin haber descubierto nada. Entonces, llevaréis a la loca a Francia. Pero, ¡Dios mío! ¡qué indeciso y consternado estáis! Tomó al intendente por los hombros, lo empujó fuera de la puerta y lo miró salir y subir hasta que desapareció en el pasillo.

Tenía un coche sin caballos a la puerta. Díjeles que aquella era y que allí estaba ella y el coche y dueño para servirlas. Nombréme don Álvaro de Córdoba y entréme por la puerta delante de sus ojos. Y acuérdome que cuando salimos de la tienda llamé uno de los pajes, con gran autoridad con la mano. Dijo que no; y con tanto, acomodé los criados ajenos como buen caballero.

¿Qué te ocurre? ¿Quieres que llame? ¿Quieres que vaya a avisar al médico? ¡Salga usted... salga usted! Núñez obedeció al fin. Sin consideración alguna en cuanto traspasó la puerta, Elena dio vuelta a la llave. Luego vino en dos saltos al antepecho y volvió a leer las tres palabras que su marido había escrito con lápiz la noche aciaga en que se apartó de aquellos lugares para siempre.

Ello es que ambos salimos muy agradablemente de aquel a modo de apuro, trocándose de súbito nuestra amistad y nuestro conato de amor anacrónico en el santo y puro afecto de un padre y de una hija. ¡Padre mío! dije yo y eché al Barón los brazos al cuello. Después de esta dulcísima expansión, llamé a Madame Duval para que nos hiciese compañía.

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