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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Séte decir, señor, que no hay soldado Que no te tema juntamente y te ame; Y porque ese valor tuyo estremado De Antartico á Calisto se derrame, Cada qual con feroz animo osado, Quando la trompa á la ocasión le llame, Piensa de hacer en tu servicio cosas Que pasen las hazañas fabulosas.
Ni Pérez Galdós, ni Pereda, ni Picón, ni el mismo P. Coloma, que publicó hace poco un nuevo e interesante libro, ni menos aún la Sra. D.ª Emilia Pardo Bazán, necesitan que nadie llame la atención del público sobre sus escritos.
¡Ah! ¡don Francisco! ¿por qué habéis llevado á ese hombre á mi casa? yo creo que iba provisto de un hechizo. Su hechizo consiste en haber nacido para vos. Yo lo ignoraba... le llamé porque estaba cuidadoso por él... como que había dado de estocadas á Calderón y le había quitado unas cartas de la reina. ¡De la reina! ¡las cartas de la reina! ¡que le habrá pagado poniéndole en el lugar de Calderón!
¿Por qué? Porque se me figura que está V. haciendo burla de mí, y me causa mucha pena... Aunque V. no lo fuese, a mí me lo parece, y con esto bastaría; pero ya que V. se enfada, la llamaré simpática únicamente. Tampoco. No me llame V. nada.
Yo quería... comenzó Krilov; pero el otro le interrumpió de nuevo: Naturalmente, no hay que tener pelo de tonto en su oficio de ustedes, y, además, es preciso que en la fisonomía no haya nada de extraordinario que llame la atención. He visto a un colega de usted en extremo desfigurado, con un ojo de menos... ¡Vamos, vamos! exclamó Krilov . No tengo tiempo que perder. No me ha respondido usted aún.
La persona de Dios representábasele terrible y ceñuda, más propia para infundir respeto que cariño. Todo lo bueno venía de la Virgen María, y a la Virgen debía pedirse todo lo que han menester las criaturas. Dios reñía y ella sonreía. Dios castigaba y ella perdonaba. No es esta última idea tan rara para que llame la atención.
Vete, echa a correr, y no vuelvas hasta que yo te llame, que de esta suerte podrás correr sin parar. ¿Que no me llamarás, dices? replicó la mujer ; sería quizá demasiado favor, que harías a la que tantas veces ha sido llamada por los grandes, por los embajadores, ¡por la corte entera! ¿Sabes tú, rústico, ganso, zopenco, el dineral que se daba sólo por oírme?
Al pronunciar estas palabras, se acercó a la chimenea, consultó el reloj, y, haciendo un gesto de espanto, me dijo en voz baja: «Esta mañana, al despuntar el día, me sentí tan débil y abatido, que casi no podía levantarme. Llamé a mi ayuda de cámara, y acudió Yago, en lugar de aquél. ¿Qué tengo? le pregunté.
Ha sido un hombre leal. Ha cumplido siempre, sin vacilaciones, el deber que se impuso noventa y un años atrás. Su conciencia está tranquila. Cuando Dios le llame a juicio y le pregunte si jugó alguna vez a encarnado, él dirá: Nunca.
Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé Vuelva usted mañana; que todas las noches y muchas tardes he querido, durante todo este tiempo, escribir algo en él, y todas las noches apagaba mi luz, diciéndome a mí mismo con la más pueril credulidad en mis propias resoluciones: ¡Eh! ¡mañana le escribiré!
Palabra del Dia
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