United States or Barbados ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tenía anteojos de oro y un reloj muy grande, que hacía tic-tac hasta cuando estaba en el bolsillo. Consultado, examinó a Lita y opinó: Pienso que no hay inconveniente en que se le lo necesario para tejer. Agregando después, cuando creyó el muy tonto que la enfermita no le oía: De todos modos, me parece que no llegará a anudar dos puntos de tejido.

De vuelta en su casa, preguntó a Lita su papá: ¿Te has divertido, Lita? Mucho, papá. Pues pasado mañana repetiremos el paseo. Lita se afligió mucho, porque si cada dos días obligaba a descansar uno, no acabaría a tiempo las dos colchas que le quedaban por hacer.

En vez de enfadarse, como temía Ramón, su madre se lo prometió, después de abrazarlo. Compraron así al día siguiente un hermoso ramo de rosas blancas en el mercado y lo llevaron al cementerio. El guardián les indicó la tumba de Lita. Ya estaba cubierta de otras flores frescas, flores finas y raras.

Ahora que parecía deslumbrado Ramón, aunque objetó: Pero yo soy el hijo de la cocinera, Lita, y usted es la niña de la casa... ¿Qué importa? respondió Lita con generosidad de reina. Además, mismo me lo has dicho... Cuando seas grande, trabajarás para tu mamá, y ella no será más cocinera... ¿Qué importa que lo haya sido? ¡Mejor! ¡Así nos hará dulces muy ricos!... Pero su mamá...

Lita y su madre habían estado dos veces en mi casa después que yo estuve en la suya. Una de ellas, según me declararon, para pagarme la visita y saludar, de paso, a mi tío; y la otra, por mi tío solamente, cuya salud les interesaba mucho; además de que, como no podía salir de casa, iban a hacerle un rato de compañía, como siempre que lo permitían el tiempo y sus ocupaciones.

Pero como ella no tenía ganas de reírse, no se rió. Guardó distraída el juguete y dio las gracias a su amigo, preguntándole después: Dime, Ramoncito, ¿crees que en este mundo hay hadas? Ramón abrió tamaños ojos, se puso muy serio, metiose ambas manos en los bolsillos del pantalón, y repuso: Yo creo que en este mundo no hay hadas, niña Lita.

Hubiera querido quedarse allí mucho rato, pues le parecía estar en la casa de Lita, que era un poco como su casa... Mas su madre lo apremió a que se despidiera; debían volverse porque era tarde... Entonces Ramón quiso llevarse, como recuerdo, un flor de la tumba de Lita... Ella era tan generosa que me las daría todas si yo se las pidiera dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Con esta salvedad de su madre se puso Lita muy colorada, y quiso enmendar lo que pudo haberme parecido impertinencia suya; y yo, sin dejarla concluir, la allané el camino de sus deseos ofreciéndola por añadidura una declaración, no desprovista de sinceridad, de mis grandes desencantos.

¿Quieres que te saque al patio a jugar con tus hermanitos? le decía. No, mamá contestaba Lita, preguntando al rato: Mamá, ¿las hadas pueden lo que los médicos no pueden? La mamá miraba a Lita como si fuera a llorar, y le decía, besándola en los ojos y bañándole la carita con sus lágrimas: Dios puede todo lo que quiere, mi hijita del alma... ¿Por qué me preguntas eso? Por nada, mamá.

Y Lita contó a su modesto amigo todo lo que había pasado desde la noche anterior: la aparición del hada madrina, su oferta y promesa, cómo había puesto ella manos a la obra... Ahora tienes que decirme terminó, ¿cuántos días faltan para los treinta días? Ramón, que la escuchara pensativo, rió como un loco a esta pregunta, respondiendo: Para los treinta días faltan... ¡treinta días!