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Actualizado: 9 de julio de 2025


Interrumpiose para almorzar, y después, casi a la fuerza, la obligó la mamá a descansar un buen rato. Quísola llevar de paseo en carruaje; pero la niña se resistió de tal modo, que también la señora se quedó en casa. Y en cuanto pudo, volvió Lita al trabajo, y lo continuaba, aunque con los intervalos que su mamá le imponía...

sabes que no quiere que se fatigue, ¡ni que te fatigues tampoco! La señora suspiró... El señor parecía preocupado por la obstinación de Lita. Pues Lita no era caprichosa. Le gustaba contradecir a veces; pero era dócil y reposada como una viejita de cien años. Como su capricho de tejer era una cosa rara, el padre ordenó a miss Mary que llamase al médico por teléfono.

Allí estaba ya Neluco, que se había disgregado de la procesión con algunos hombres de los más apegados a la casa, proveyéndolos de cirios y señalándoles puestos en el pasillo y a lo largo de la escalera; a Lita y a su madre se los dio a la puerta de la salona; «y usted, conmigo, allá dentro» me dijo, conduciéndome al mismo cuarto del enfermo, del que no se había apartado Facia un instante.

Entre tanto, no cesaba de hablarme, y me hacía muchas preguntas sin esperar en cada una de ellas a recibir mi respuesta, por entero, a la anterior. Me preguntó, ante todo, por su pariente don Pedro Nolasco y por su hija Mari Pepa, de la misma edad que ella, amiga íntima desde la niñez, casi su hermana, porque como hermanas se querían... Pues ¿y Lita, Lituca?

Ya está apuntado... Estese tranquila, niña, que no lo olvidaré... ¿Quiere que le muestre un abanico de papel de colores que le he traído del mercado? ¡Voy corriendo a buscarlo!... Disponíase Ramón a correr en busca del abanico; pero Lita lo contuvo, con aire importante: Me lo mostrarás otro día, Ramón. Ahora estoy muy apurada. Debo continuar pronto mi trabajo. Llévame pues al otro patio...

Como miss Mary, la señora no se movía... Parecía enternecida y asombrada... Y Lita, desconsolándose por tales retardos y vacilaciones, comenzó a derramar el más amargo llanto de su vida, de su pequeña vida siempre llena de lágrimas. También despertó al papá con su llanto.

Y se fue el médico, con sus anteojos y su reloj. Requerida por Lita, miss Mary salió a comprar las agujas de madera y lana blanca, celeste y rosada. Se hizo esperar mucho, ella también. Pero, mientras volvía, la madre vistió a Lita, la lavó, la peinó, le puso agua de Colonia y la sentó en su silla rodante.

Pero el caso de Lita ¡era tan diferente de los otros casos! Por de pronto, yo encontraba a su lado una complacencia, una delectación muy extraña y enteramente nueva para .

Yo dormiría en la alcoba del salón contiguo, que tenía su correspondiente cama; con ella y cuatro cachivaches que se le agregaran de mi cuarto, estaría como un príncipe... ¡Válgame Dios los reparos y los miramientos y los asombros con que se negaron de pronto a complacerme! no en lo de quedarse en la casa algunos días, sino en lo de ocupar el gabinete que les ofrecía yo... Hasta que al fin cedió Mari Pepa, resignóse Lita, y aplaudió el gigante el acuerdo con una «¡esa es la derechaque retumbó en media casa.

Y fue un milagro de Dios que no nos oyera lo más de ello, porque con el obstinado empeño que yo tenía en que había de haber algo entre Lita y el médico, estuve verdaderamente pesado y machacón en ciertos pasajes del diálogo; particularmente durante las escapadas de Mari Pepa a la alcoba, porque había tosido mi tío o se creía que había llamado... o para ver si necesitaba alguna cosa, sin que tosiera ni llamara.

Palabra del Dia

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