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Actualizado: 9 de julio de 2025


Hizo una mueca amistosa a Ramón, que asomaba la cabeza por la puerta de la cocina, a espaldas de la niñera y se dejó arrastrar en su sillita al encuentro de su mamá. Por la noche, durante el sueño, volvió a aparecérsele a Lita su hada madrina. Pero ahora, en lugar de estarse ahí callada mirándola como otras veces, la habló en un lenguaje que parecía una música de campanillas de oro.

Al acabarse estas salvas del vozarrón de don Pedro Nolasco, entró en escena su hija, la viuda del jándalo, una mujer como de cuarenta años, sana y frescachona todavía, más corpulenta que Lita, pero muy parecida a ella en el color y en el corte de la cara, y, sobre todo, en la afabilidad expansiva.

Como Ramón iba al colegio, hacía cuentas en su pizarra y leía libros de estudio, Lita creía en su ciencia. Después de su mamá, nadie le inspiraba mayor confianza. Sin embargo, desencantada esta vez por su respuesta, protestó, con cierta reserva de gran dama ofendida: Pues yo creo que hay hadas. Mírola Ramón casi con lástima...

Apenas concluida la colcha blanca, pretendió Lita empezar inmediatamente la celeste... Aquí intervino formalmente el papá. La enfermita necesita por lo menos un día de descanso, pues que ni el mismo domingo se había resignado a descansarlo todo entero.

Pero ¿cómo ignorarse en aquella casa lo que era tan sabido y tan llorado en todas las del lugar? Y en esta situación, ¿quién se acercaba, sin un consuelo racional, a aquella familia, sobre todo a Lita, que debía de hallarse tocando el cielo con las manos, y no de ira, sino de espanto, de consternación, al pedir a Dios por la vida de todos, y particularmente por la de Neluco?

Pero Lita era mucho más que esto, y mucho más que su madre y que la hermana de Neluco, con no haber visto mayor cantidad del mundo, ni bebido las ideas en mejores fuentes que ellas. Tenía unas afinaciones, unas delicadezas de sentido y un alcance de vista en las honduras de las cosas, aunque tratadas medio en chanza y a la ligera, que solamente las concebía yo en las inteligencias muy cultivadas.

Oyendo la orden, Lita la desaprobó: ¿Para qué el médico?... Si los médicos no pueden lo que Dios puede, ¡y yo me curaré sin médico!... Y luego pensó en voz alta, consolándose: De todos modos, aunque miss Mary lo llame, él no va a oír ni entender, porque ese teléfono es para hablar español y miss Mary no sabe hablar más que en inglés.

Aunque no entiendan una palabra dicen siempre «yes, yes, yes», alzando y bajando la cabeza como el asno de cartón que me trajo papá el otro díaDespués de jugar en el paseo, los niños volvieron a casa muy contentos. Muy contentos todos, menos Lita, que sentía en su cabecita aletear una pequeña preocupación, como una mariposilla prisionera bajo una copa de cristal.

Su padre se sonrió y le dijo: El teléfono sirve para todos los idiomas, Lita. Además, miss Mary sabe hablar español como yo y como . Habla inglés con los chicos para que lo aprendan.

El resto era obra del instinto y de la fuerza de visión que tienen las mujeres tan perspicaces y tan guapas como Lita, para taladrar montañas con los ojos, ver hasta lo invisible al otro lado, y saber guardar su puesto donde quiera que habitan, por aislado y obscuro que el lugar sea. El otro punto aún era más fácil de explicar.

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