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Actualizado: 9 de julio de 2025
Tablanca y Robacío eran dos pueblos que se «trataban» mucho; y las familias de Lita y de Neluco, muy amigas desde tiempo inmemorial: hasta había algo de parentesco entre ellas. Lita había pasado, de niña y de moza, buenas temporadas en casa de los Celis; y Neluco, mientras vivió en Robacío, a cada instante se llegaba a Tablanca y casi siempre comía y se hospedaba en casa de don Pedro Nolasco.
-Sí digno -respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos; y prosiguió-: No se dirá por mí, señor mío: el pan comido y la compañía deshecha; sí, que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y más, que tengo conocido y calado por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, el deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced; y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer; la cual, cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere; pero, en efeto, el hombre ha de ser hombre, y la mujer, mujer; y, pues yo soy hombre dondequiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese a quien pesare; y así, no hay más que hacer, sino que vuestra merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sansón, que dice que su conciencia le lita que persuada a vuestra merced a salir vez tercera por ese mundo; y yo de nuevo me ofrezco a servir a vuestra merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido a caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos.
Ella prosiguió, con un vago temblor en la voz: Sí creo, sí creo, sí creo... ¿Qué razón tienes tú, malo, para no creer? Tímidamente, el chico contestó: Yo nunca las he visto... ¿Y no crees en Dios? Sí... ¿Y has visto alguna vez a Dios? exclamó Lita triunfalmente, burlándose de la poca lógica de su amigo.
Por cierto que hubiera jurado yo que en el apretón de manos y en la mirada con que despidió Lita a Neluco en la penumbra del pasadizo, en el cual iba el médico el último de todos, había mucho del picante de mis sospechas.
Y con su autoridad de amo, el padre hizo vestir con trajes de calle a su señora, a Lita y a mis Mary, pidió el carruaje descubierto para después de almorzar, se puso guantes amarillos y una galera muy grande, y salió a dar un paseo con su familia, aprovechando el hermoso día. Detrás iba Ramón en un fiacre, con el cochecito de Lita, para cuando se bajasen en el paseo.
Ya lo verás, mamá, ya lo verás. Por ahora sólo quiero que estén bien guardadas en mi armario, ¡muy bien guardadas! Se pasaron así los días que faltaban y llegó la noche del 4 de julio, las ansiadas vísperas. Lita contó las marcas que había señalado en la baranda de su cama. Eran treinta justas, y su cuenta coincidía con la de Ramón. Besó a su papá, a su mamá, a sus hermanitos y hasta a miss Mary.
Tampoco... Yo no hago nunca escondido de mi mama nada que no pueda hacer delante de ella... ¡Tu mamá es la cocinera y yo soy la niña, y te lo mando! No podría, niña, no podría gimió Ramón con voz tan compungida que la misma Lita soltó la carcajada, una de esas sonoras carcajadas que sólo sabía arrancarle el chico de la cocinera. ¡Bueno! dijo, cambiando el giro de la conversación.
Y antes de cerrar los ojos, Lita marcó con la uña una señal en la baranda de la cama, para anotar que había transcurrido el primer día... Pero no podía dormirse. Estaba demasiado nerviosa con las agitaciones del día. Su mamá, aunque lo notara, no quiso darle el remedio recetado por el médico. Sabía que su regazo era el mejor calmante para la hijita enferma.
Pues apunta la fecha para no olvidarla... Ramón sacó una libreta y un lápiz del bolsillo, y apuntó la fecha... Lita le dijo, dando un suspiro de satisfacción: Gracias. Y añadió: ¿El cinco de julio? ¿Eh? ¡El cinco de Julio!
Con esto y poco más se acabó la visita, durante la cual no desplegó los labios Neluco, ni miró a Lita con la intención que yo esperaba, ni Lita le miró a él más que cuando le dirigía la palabra con una llaneza que tenía más de fraternal que de otra cosa.
Palabra del Dia
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