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Actualizado: 28 de julio de 2025


-Aun ahí sería el diablo -dijo don Quijote-, si ya no estuviese Melisendra con su esposo, por lo menos, en la raya de Francia; porque el caballo en que iban, a me pareció que antes volaba que corría; y así, no hay para qué venderme a el gato por liebre, presentándome aquí a Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene a mano, ahora holgándose en Francia con su esposo a pierna tendida.

Se pasa la salsa y se espesa con harina tostada; lo mismo sirve este aderezo para liebre, conejo y otras carnes. BECADAS. Desplumada y limpia la becada se sacan las tripas, que se guardan aparte, tirando una especie de bolsa dura que forma el papo.

Era el paraje descubierto, aunque el terreno quebrado, y el señorito podía otear fácilmente a derecha e izquierda todo cuanto sucediese: ni una liebre brincaría por allí sin que sus ojos linces de cazador la avizorasen.

Hay, por consiguiente, que aprender a mirar, y que educar y fortificar el estómago antes de colarse ahí con la posible seguridad de que no se nos gato por liebre a lo mejor del cuento...» ¿Estás ?

Yo mato aún con limpieza una liebre cuando se me antoja, y pienso festejar mis bodas de oro con mi despacho cuando la señorita Raynal festeje las de plata con la oficina de Correos. Al oír este nombre, un fugitivo rubor coloreó la graciosa cara de Eva. Tiene usted una encantadora vecina dijo con convicción. ¿A quién se lo cuenta usted, señorita? exclamó alegremente el señor Neris.

FELIC. Yo lo estoy de tal manera, Mi señor, cuando estáis fuera, Por vos, como sabe Dios. No hay cosa que no me enoje; El sueño, el descanso dejo: No hay liebre, no hay vil conejo Que fiera no se me antoje. D. TELL. En los montes de Galicia, Hermana, no suele haber Fieras, puesto que el tener Poca edad, fieras codicia.

No anduvo largo trecho sin oir las maldiciones que le lanzaba el supuesto religioso; seguidas de tales blasfemias que el caminante echó á correr por no oirlas y no paró hasta perder de vista al deslenguado fraile. En los linderos del bosque descubrió Roger á un chalán que con su mujer despachaba un enorme pastel de liebre y un frasco de sidra, sentados ambos al borde del camino.

Un amago de sonrisa que plegaba sus labios pregonaba, no obstante, que la frase la había lisonjeado. Ramoncito volvió a sacar la conversación del teatro Real, la liebre que sale y se corre en todas las tertulias distinguidas de la corte. La ópera, para los abonados, no es un pasatiempo, sino una institución.

Sólo a trechos descollaban algunos pinos, hayas y encinas. Pronto la oscuridad lo envolvió todo. Aunque no llovía, estaba muy nublado, y él distinguía confusamente los objetos. El silencio era profundo. Lo rompía sólo, de cuando en cuando, tal cual ráfaga de viento suave que agitaba las hojas, o alguna liebre que brincaba o atravesaba corriendo por entre las matas.

Si te quedas, te estimaré en mucho; si te vuelves, no te tendré en menos; porque, a mi parecer, los ímpetus amorosos corren a rienda suelta, hasta que encuentran con la razón o con el desengaño; y no querría yo que fueses para conmigo como es el cazador, que en alcanzando la liebre que sigue, la coge, y la deja, por correr tras otra que le huye.

Palabra del Dia

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