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Actualizado: 18 de junio de 2025
Lepe llegó el primero, y al parecer de buen humor, pero con los labios plegados por una sonrisa de incredulidad que daba pena; Infolio era un anciano achacoso, gastado e impotente para gozar lo que soñaba; Tizona traía melladas las armas, el cuerpo cosido a cicatrices, y alguna herida fresca todavía.
Poco después se hacía á la vela el enorme Galeón Amarillo, enarbolando el pabellón morado con una imagen dorada de San Cristóbal en su centro y saludado por las aclamaciones de la multitud que se agolpaba en la playa. Más allá de Lepe se extendían los bosques de Hanson y tras ellos las verdes colinas en línea no interrumpida, formando un paisaje risueño y pintoresco.
En el puerto vieron multitud de barcas y botes, y anclado á buena distancia un buque de gran tamaño que se balanceaba sobre las espumosas olas. ¡Dios sea loado! exclamó el barón. Nuestros amigos de Southampton han cumplido su promesa y hé allí el galeón pintado de amarillo que nos describían y ofrecían enviarnos á Lepe en sus últimas cartas. Amarillo canario, dijo Roger.
Ni el valor de nuestro pueblo ni las vetustas murallas de Lepe ofrecen protección suficiente contra tan temibles enemigos, y el día que se presenten por aquí.... Adiós Lepe, concluyó Gontrán el escudero, á media voz. ¿Pero tenéis motivos para creer que atacarán vuestra villa? preguntó el barón. Sin duda alguna.
En el último bote que dejó la playa de Lepe iban los dos famosos capitanes, el barón León de Morel y el caballero Oliver de Butrón, formando por su aspecto el mayor contraste imaginable. Seguíalos otra barca llena de grandes piedras que el barón había ordenado llevar á bordo.
Diego Martín Pinzón, el viejo de Palos. Francisco Pinzón, de Palos. Francisco Niño, de Moguer. Bartolomé Pérez. Gutiérrez Pérez, de Palos. Juan Ortiz, de Palos. Alonso Gutiérrez Querido, de Palos. Pedro de Lepe. Alonso Morales. Andrés de Huelva, grumete.
¡Ay niña, con qué tiquis miquis y sutilezas te me descuelgas! ¡Cómo se conoce el saber de que don Pascual te ha atiborrado la mollera! Si parece cuanto dices tomado de esos libros que don Pascual te da a leer. Pero, en fin, ¿qué contestamos a la carta de don Paco? Yo haré lo que tú desees, porque el asunto más importa a ti que a mí y porque tú sabes más que Lepe.
Tizona quiso esgrimir la de su nombre, Infolio perdió la serenidad, y a Lepe le descompuso la ira. Ya iban a reñir, cuando este último, en un instante de lucidez les dijo de este modo: ¿Por qué luchar y aborrecernos si aún no sabemos en cuál se ha de fijar Fortuna? Seamos amigos, hasta que ella escoja, por lo menos; no sintamos la envidia antes de que haya quien saboree el placer.
El corregidor contempló sorprendido al barón, cuya endeble apariencia mal se avenía con la fama de sus proezas. Sois tanto más bienvenido, díjole después de repetir el respetuoso saludo que antes había dirigido al taimado arquero, por cuanto esta leal ciudad de Lepe necesita más que nunca defensores como vos y vuestros soldados. ¿Qué decís?
Tizona, viendo cerradas las verjas, a riesgo de matarse, escaló una ventana: Infolio, dijo tan admirables cosas propias y ajenas, colocándose ante la puerta, que sus hojas, dejándole paso, se abrieron solas, y entonces Lepe se coló dentro astutamente. A los pocos momentos estaban en la antecámara del ídolo.
Palabra del Dia
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