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2 Elegir el enemigo, de D. Agustín de Salazar y Torres. 3 El arca de Noé, de D. Antonio Martínez, D. Pedro Rosete y D. Jerónimo Cáncer. 4 La luna de la Sagra, Santa Juana de la Cruz, de D. Francisco Bernardo de Quirós. 5 Lavar sin sangre una ofensa, de D. Ramón Montero de Espinosa. 6 Los dos monarcas de Europa, de D. Bartolomé de Salazar y Luna.

Hay conveniencia en emplear al esterior una solucion de la sal de oro administrado al interior, tal como 7 ú 8 decígramos de la segunda ó tercera atenuacion en 120 gramos de agua pura, para lavar las úlceras, empapar compresas y tenerlas húmedas y siempre aplicadas á los tumores..... Se puede obtener una pomada aurífera útil en ciertas adenitis, mezclando un gramo de cada una de las tres trituraciones de oro, ó 5 centígramos de una de sus sales, con 30 ó 60 gramos de manteca ú otro vehículo conveniente.

Don Juan se presenta disfrazado de pintor, habiendo adoptado este traje para entrar con más libertad en las casas de los particulares, y descubrir más fácilmente al raptor de su esposa, con cuya sangre se propone lavar la mancha de su honor. Es presentado al príncipe Ursino, que le da la comisión de retratar una beldad, que ha conocido en una quinta, situada en una arboleda inmediata.

Poco después se acerca á aquel paraje la reina Isabel con un ejército, y se apodera de la fortaleza, oyendo de los labios de la cautiva la maldad insólita de que ha sido víctima: manda prender al culpable; lo obliga á lavar el honor de Dorotea, casándose con ella, y lo hace decapitar después en el cadalso.

Vivía en compañía con aquélla una tal doña Fuensanta, viuda de un comandante, y la casa respondía a esta situación comanditaria, pues constaba de dos salitas enteramente iguales, cada una con ventana a la calle. Entre la puerta y la sala primera había un pasillo, en el cual se veía la artesa de lavar y la entrada de la cocina, cuya reja daba al corredor.

Tomé el jabón con tanto desvarío 1905 Para lavar de un bárbaro despojos, Que hasta los paños me llevaba el río, Mayor con la creciente de mis ojos. Cantaban otras con alegre brío, Y yo, Leonor, lloraba mis enojos: 1910 Lavaba con lo mesmo que lloraba, Y al aire de suspiros lo enjugaba.

El arroyuelo, que corría junto a la choza de su padre, seguía corriendo: pero ya no iban allí mujeres a lavar la ropa como antes. Portentoso era que todo hubiese cambiado de tal suerte en sólo tres años. Acertó entonces a pasar un hombre por allí cerca y Urashima le preguntó: ¿Puedes decirme, te ruego, donde está la choza de Urashima, que se hallaba aquí antes?

Ella se dejó lavar la herida con un abandono de criatura enferma, fijando en su agresor unos ojos implorantes, que se abrían enteros por primera vez. Cuando la sangre cesó de surgir, formándose en la sien una mancha roja de coágulo, Ferragut intentó levantarla. No, déjame así murmuró ella . Prefiero estar á tus pies. Soy tu esclava... tu cosa. Pégame más, si eso calma tu cólera.

Oye, maridito mío: que eres tan bueno, ¿por qué no das un paseo al bebé en su cochecito? El último que ha nacido, ¿sabes? el que lleva el número setenta y dos. Ya ves, alma mía, que, sola como estoy, no puedo llegar á cuidarlos á todos. Y el trabajador infatigable, procreador de un mundo entero, debía poner la mesa, lavar los platos y pasear al recién nacido en un cochecito de su invención.

Oropel, luces, relumbrones, escenas cáusticas, contrastes imposibles, aventuras maravillosas y disparatadas, alarmantes; pero que cautivan, que seducen, que nos arrastran á despecho nuestro; sobre todo, lavar la cara de las cosas, mover el palaustre; aquí la expresion más constante y más universal del arte francés.