Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de junio de 2025
¡Qué tonta! exclamó Joaquinita, pareciendo que se ruborizaba. Vaya, dígame con franqueza, ¿qué le parece a usted de la soirée de Cachupín? me preguntó, cambiando con afectada volubilidad de conversación. ¿Qué soirée? Esta en que usted se encuentra. ¿Ha estado usted en su vida en otra más cachupinesca? ¡Oh! exclamé apresuradamente. ¡Nada de eso! Es una tertulia muy agradable y distinguida.
Quien se admire de esto, ni ha amado nunca ni sabe lo que es amor. A riesgo de parecer grosero, alejeme de Joaquinita. Su compañía en aquel momento podía echar a perder un fausto suceso que veía en lontananza. Atravesamos de nuevo el pueblo, y salimos por la parte del Sur a las huertas y jardines que lo circundan.
Una de las guasas de aquellos mozalbetes consistía en presentarse los martes siempre vestidos de rigurosa etiqueta, en forma y actitud enteramente diversas del resto de la semana, haciendo profundas reverencias al entrar, saludando a todos con gran ceremonia y llamando a Ramoncita duquesa; a Joaquinita, condesa, y a Pepita, baronesa.
Quizá por esto Joaquinita, mientras tomábamos el chocolate a la mesa del conde, se acercó a ella con fisonomía atribulada para decirle medio llorando: ¡Ay, hija, cuánto la compadezco a usted en este momento! ¡Qué triste debe de ser casarse sin tener junto a sí a una madre!
Isabel y Villa no se habían separado. Consideré con tristeza al pobre comandante, preso de nuevo en las redes de aquel amor imposible, cuando Joaquinita se me acercó diciendo: ¿Mira usted a Villa? ¿Verdad que parece imposible que un hombre formal se ponga en ridículo hasta ese punto? Me encogí de hombros y sonreí. ¡Ponerse en ridículo! ¿Qué le importa al que ama de veras ponerse en ridículo?
A Joaquinita siempre le había sido muy antipático, sin saber por qué. ¿Adonde irá este títere? preguntó por lo bajo, después de corresponder fríamente a su saludo. Montesinos alzó los hombros con indiferencia. ¡Qué pelea le tienes a este chico! Yo le encuentro fino y agradable. ¡Qué horror! exclamó ella riendo. En Pau volvieron a verle en la estación, y ya no le vieron más.
No sé en qué hubiera parado aquella conversación si no llega a levantarse y despedirse. Mi sangre estaba dando más vueltas que un argadillo. Luego que se fue me calmé un poco, aunque todavía tardé algunos minutos en contestar acorde a las preguntas que Joaquinita me dirigía.
Enteramente convencido de su amor, el hidalgo la pidió en matrimonio, y la obtuvo no sin algún trabajo, pues a la mamá costole muchas lágrimas entregarle aquella joya, que era la alegría de la casa. En los primeros cuatro meses gastó D. Álvaro la renta de todo el año. Joaquinita quiso coche y palco en los teatros, y dio reuniones y saraos.
Manejé el incensario de lo lindo, aunque loando sus prendas morales con preferencia a las físicas, por parecerme de mejor gusto y no inspirar recelos. Cuando pasaban estas razones entre nosotros, apareció Joaquinita, diciéndonos con sonrisita forzada: Isabel, hija mía, tú nos acaparas todos los pollos. Déjanos siquiera alguno, por compasión.
Me sacó de mi contemplación admirativa Joaquinita, que me invitó de nuevo e sentarme a su lado en la mecedora. «Ya tenemos otro cuarto de hora para hablar», me dijo. En esta segunda conferencia me pareció la segundogénita de Anguita un poquito pesada y dulzona. Se enteró de mi patria y familia, y me hizo que le narrase algunos pormenores de mi existencia.
Palabra del Dia
Otros Mirando