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Actualizado: 8 de junio de 2025
Camila Liénard le recibió con amable sonrisa y le tendió su morena manecita, cuya fina epidermis habían ligeramente rasgado las espinas de los rosales; y dijo la viuda: Estoy encantada de su visita y le pido solamente permiso para acabar este ramo... No tardaré mucho, pero es faena que no puedo aplazar... He visto que necesitaban ser cambiadas las flores que tengo en los jarrones del salón... Hay dos cosas que no puedo sufrir: las cintas descoloridas y las flores mustias.
Hizo la señora Liénard un gracioso mohín y se calló. Los dos jarrones estaban ya listos. La viuda se levantó, sacudióse las verdes hojitas que se le habían quedado adheridas en la falda y tomando uno de los jarros suplicó a Delaberge que tomase el otro, diciéndolo sonriente: Continúo abusando... Pero es usted tan amable que no temo ser indiscreta.
En un patio estaba el baño, en que echaban olores muy finos; y en las casas ricas había patios cuadrados, con muchas columnas alrededor, y en medio una fuente, entre jarrones de flores. Las columnas eran de muchos trozos y dibujos, pintados de colores, con fajas y canales, y el capitel hecho con cuerpos de animales, de pecho verde y collar de oro.
Al bajar las primeras escaleras, no pude menos de decir sorprendido á mi compañera: ¿Así te vienes? Estaba tan atribulada y tan soberbia, tan españolamente soberbia, que se habia dejado el sombrero en una percha del comedor. A las siete subiamos las espaciosas escaleras del café la Francia musical, entre vistosos jarrones de flores y grandes espejos que nos retratan á uno y otro lado.
Pendían de las paredes armas brillantes, indias, chinas y japonesas; colgaban del techo cinceladas lámparas de oro; se veían en torno jarrones, tibores y vasos, artísticamente esculpidos, de metales preciosos, de jaspes rarísimos, de antigua porcelana y de ataujía o menuda labor de pedrería, marfil, bronce y otras materias ricas.
Los visillos de la vidriera, en un tiempo blancos, tenían hoy color de ceniza húmeda, y en sus pliegues eran visibles los estragos de la polilla. Frontero a la ventana, encima de una mesa, entre dos jarrones de porcelana, un reloj de cristal, una lira, con la esfera de cobre dorado y las cifras esmaltadas de azul, bajo roto fanal cuyas partes estaban cogidas con lañas de papel.
Francisco presentaba una a una las flores a la señora Liénard, quien las iba disponiendo artísticamente en los jarrones, combinando los matices y variando de sitio las flores según su forma y su tamaño. Poco a poco los iris violados, las blancas madreselvas y los miosotis iban surgiendo gentilmente de entre una corona formada de rosas y de narcisos.
Por todas partes los graciosos balcones, las discretas celosías, veladas en su interior por finos cortinajes, tras de cuyos pliegues se alcanzan á ver medio escondidas algunas caras primorosas como apariciones ideales; los aéreos miradores de cristal, empinados caprichosamente sobre los techos; las ventanas con enrejados de hierro curiosísimos; las vastas azoteas adornadas de jarrones con flores y pequeños arbustos bañados por el sol y agitados por las brisas marinas.
Una orquesta, oculta detrás de un biombo, toca los trozos de los mejores maestros, mientras que usted realiza cortejos tomados de jarrones etruscos, de bajorrelieves, de medallones y de reconstituciones cuidadosamente clasificadas. Así preparamos una juventud digna de este país...
Era un chalet que parecía escapado de una caja de juguetes; un edificio construido por contrata, tan bonito como frágil, con sus tejados rojos y escalinatas con jarrones de yeso, situado en el centro de un jardincillo excavado en las rocas, con dos docenas de árboles tísicos que gemían melancólicamente, martirizadas sus raíces por la capa de dura piedra que encontraban a pocos palmos del suelo.
Palabra del Dia
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