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Actualizado: 8 de junio de 2025
Grupos de saponáceas y otras plantas salvajes, crecen como en jarrones de adorno en las anfractuosidades de los puntos dominados por las cascadas, mientras que las zarzas y clemátides, desplegadas como cortinajes, descansan sus guirnaldas sobre los salientes de la piedra y velan los distintos despeñaderos de la caída.
Pez y Rosalía se suponían destacados elegantemente sobre aquel fondo de balaustradas, molduras, archivoltas y jarrones, suposición que, sin pensarlo, les compelía a armonizar su apostura y aun su paso con la majestad de la escena.
El arte antiguo de los pesados jarrones de cobre preciosamente trabajado, que figuraban dragones fantásticos sobre la chimenea de mármol negro, no parecía contradecirse con el arte ligero de una lámpara moderna que difundía, suavemente atenuada por el moaré de la pantalla, la luz de la bombilla eléctrica oculta en el esbelto pie de alabastro.
Las paredes las formaban un enrejado de bambú forrado de seda amarilla; el sol, pasando a través de ellas, proyectaba una luz sobrenatural de ópalo claro. En el centro, un diván de seda blanca, de una poesía de nube matutina, atraía como un lecho nupcial. En los rincones, en preciosos jarrones transparentes de la época de Yeng, alzábanse, con su esbeltez aristocrática, lirios escarlata del Japón.
En cada ventana había acumulado la Marquesa flores en tiestos, jardineras, jarrones japoneses, más o menos auténticos y contrastaban los colores vivos y metálicos de esta exposición de flores con los severos tonos del nogal mate que asombraban el artesonado del techo y se mostraban en molduras y tableros de los grandes armarios corridos, de cristales, que rodeaban el comedor en todo el espacio que dejaban libres los huecos y un gran sofá arrimado a un testero.
Basta dijo ella al cabo de algunos minutos. Ya tenemos bastantes flores. Ahora sólo falta ponerlas en los jarrones. Y con Delaberge se encaminó hacia un emparrado, bajo el cual había algunas sillas de junco y una mesa; encima de ésta lucían sus brillantes colores dos pequeños jarrones llenos de agua. Entonces comenzó el delicadísimo trabajo de arreglar los ramos.
Lo ves, Ana, lo ves; ya Juan no viene y se levantó Lucía; fue a uno de los jarrones de mármol colocados entre cada dos columnas, de las que de un lado y otro adornaban el sombreado patio; arrancó sin piedad de su tallo lustroso una camelia blanca, y volvió silenciosa a su mecedora, royéndole las hojas con los dientes. Juan viene siempre, Lucía.
No todo era bienandanza, sin embargo, para los futuros querubes de la corte celestial. Don Miguel, el terrible párroco, turbaba de mil modos, a cual más grosero, la paz de su corazón, ora echando una cortina al suelo bajo pretexto de que le tapaba alguna imagen, bien trasladando los jarrones de flores adonde se le antojaba, o deteniendo a los recadistas y empleándolos en otros menesteres, etc., etc. Ninguna censura o mandato episcopal podía debilitar la energía del feroz cabecilla ni hacerle doblar la cerviz.
El casamiento de Gregoria se celebró a los dos meses, entre gallos y media noche, porque el luto y las circunstancias que le habían precedido, no permitían otra cosa; fué una ceremonia triste, casi fúnebre: los cuadros de la sala ostentaban aún negros crespones y la araña de cristal los colgajos negros, entonces de rigor; para alegrar la vista, se pusieron flores en los jarrones de las consolas.
Palabra del Dia
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