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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
Y cuentan las crónicas platónicas, que antes de llegar a la mitad del segundo juego, las pobres fichas se quedaron solas. Ido se había levantado y daba paseos por la sala. Izquierdo se dejó caer sobre el sofá de Vitoria y dormía como un verídico bruto, el sombrero sobre los ojos, la boca abierta y las cuatro patas estiradas.
Entró en el salón de popa jadeando todavía, y tomó asiento. Al quedar bajo el ruedo de luz pálida que derramaba sobre la mesa una lámpara colgante, Tòni se fijó en su hombro izquierdo. ¡Sangre!... No es nada... Un simple rasguño. La prueba es que puedo mover el brazo. Y lo movió, aunque con cierta dificultad, sintiendo la pesadez de una hinchazón creciente.
Se hizo vestir rápidamente, se puso sobre el pecho la banda de Carlos III y todas las cruces que había ganado. Eran tantas que, no cabiendo en el costado izquierdo, tenían que ir algunas al derecho. En esta forma se hizo conducir a la ventana que enfilaba la calle de Cerrajerías, y allí se colocó en pie.
El marido, que arrastraba mucho el pie izquierdo y parecía también imposibilitado del brazo correspondiente, se apoyaba en el de su esposa. Esta era alta, rubia, corpulenta y sus ojos abiertos, inmóviles, mostraban que estaba ciega. Ninguno de los dos pasaría de treinta años. ¡Pero qué sorpresa! dijo Elena besando con efusión a la ciega y estrechando la mano sana del paralítico.
Olvidábaseme de decir como el tal mase Pedro traía cubierto el ojo izquierdo, y casi medio carrillo, con un parche de tafetán verde, señal que todo aquel lado debía de estar enfermo; y el ventero prosiguió, diciendo: -Sea bien venido vuestra merced, señor mase Pedro. ¿Adónde está el mono y el retablo, que no los veo?
Aceptado, y basta de charla, dijo Tristán adelantando el pie izquierdo, echando hacia atrás el cuerpo y abriendo y cerrando las enormes manos. El arquero, aunque de estatura mucho menor, tenía músculos de acero y era luchador experto. Acercóse con cauto paso á su adversario, que le miraba con ceño, erizada la roja cabellera y pronto á asirle entre sus garras.
Izquierdo estaba como aturdido con esta rociada de palabras vivas y contundentes.
Entró Zadig en el templo saltando á pié-juntilla, y luego en un eloqüente discurso hizo ver que el Dios del cielo y la tierra, que no mira con privilegio á nadie, el mismo caso hace del pié izquierdo que del derecho. Dixo el envidioso y su muger que no habia suficientes figuras en su arenga, donde no se vían baylar las montañas ni las colinas.
Teneis razon, replicó el primer eunuco. Es una perra fina muy chiquita, continuó Zadig, que ha parido poco ha, coxa del pié izquierdo delantero, y que tiene las orejas muy largas. ¿Con que la habeis visto? dixo el primer eunuco fuera de sí. No por cierto, respondió Zadig; ni la he visto, ni sabia que la reyna tuviese perra ninguna.
El enemigo dejado por guarda de sus Reales que estaban en el siguiente, Brachilao dos millas de Galípoli parte de su ejército con ocho mil caballos y mayor número de infantes se adelantó á pelear. Los nuestro hecharon su caballería por el lado izquierdo de su infantería abrigándose por el derecho del terreno algo quebrado.
Palabra del Dia
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