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Actualizado: 17 de julio de 2025
La lucha fue silenciosa, encarnizada, mortal. De sus peripecias conservo escaso recuerdo, pero sé que Dechard manejaba la espada tan bien como yo; mejor aún, porque conocía más tretas y golpes secretos, que le permitieron acosarme y hacerme retroceder hasta la reja que guardaba la entrada de la «Escala de Jacob.» Apareció en sus labios una sonrisa y su espada me atravesó el brazo izquierdo.
El policemán espera la reunión de cinco o seis criaturas, toma la más pequeñita sobre su brazo izquierdo, y rodeado de la bulliciosa tribu, se lanza al piélago, levantando en la diestra el bastón, símbolo de la autoridad.
Vamos, ¿qué yeciones son estas? clamó Izquierdo, tirando a Rubín de un brazo . Basta de música... A la calle, que esta chica está mu mala. Tío, déjele usted, déjele usted... Es mi marido, y queremos estar juntos... ¡Vaya!... Maxi se dejaba levantar del asiento como un saco. Se había quedado inerte.
Me ha costado Dios y ayuda hacer entrar en razón al Sr. Izquierdo. Por fin se contenta con seis mil quinientos reales. Lo que sobra de los diez mil reales es para mí, que bien me lo he sabido ganar... Con que mañana, yo iré después de medio día; ve tú también con los santos cuartos. Púsose Jacinta muy contenga. Había realizado su antojo; ya tenía su juguete.
Pero tú estás hecho un trasto viejo, que no sirves para maldita de Dios la cosa. Todavía no puedes mover el brazo izquierdo que te dislocaron en el cabo de San Vicente. Mi amo movió el brazo izquierdo con un gesto académico y guerrero, para probar que lo tenía expedito.
De allí sacaría el huerfanito que quería prohijar. Pues digo... si estaba todavía en el establecimiento aquel mismo nene que su tío Pepe Izquierdo quiso venderle a Jacinta, ¡qué ocasión, Cristo!, ¡qué golpe! Que vieran, sí, que vieran cómo también ella... Pero pronto había de ocurrir algo que desconcertó por completo el plan de adoptar un huerfanito.
Algunas veces, sin saber cómo ni por qué, me entra cierta excitación, y me pongo así, nervioso y como echando chispas... me pongo eléctrico. ¿Ven ustedes?... ya lo estoy. Fíjese usted, Sr. D. Juan, y observe cómo se me mueve el párpado izquierdo y el músculo este de la quijada en el mismo lado. ¿Lo ve usted...?, ya está la función armada. Francamente, así no se puede vivir.
Tenía la Virgen en el brazo izquierdo, apoyado contra el corazón, a un precioso Niño Jesús con la bola del mundo, que ostentaba la cruz en lo más alto. En la mano derecha llevaba la Virgen el escapulario del Carmen. Iban delante de la Virgen, con dalmáticas e incensarios, dos diáconos, que por allí llaman jumeones.
Cobrábale una comisión insignificante, y se tomaba por los asuntos de ella tanto interés como por los propios, en razón a la gran amistad que había tenido con el difunto Jáuregui. «Y con esta fecha y con esta facha me voy» dijo levantándose y colgándose la capa que se le caía del hombro izquierdo. ¿Tan pronto? Señora, que no he oído misa.
Se despepita por ellas... pensó el razonador, penetrando en el establecimiento, sin ver nada de lo que en él había . Come dátiles... luego no está mala; los dátiles son muy indigestos. Y puesto que ella los come, la causa del no salir, no es enfermedad... Luego, es otra cosa... Y viendo entrar a Izquierdo, volvió a mirar su reloj. «Ha tardado doce minutos.
Palabra del Dia
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